La violencia de los barrabravas argentinos se cobró una nueva víctima en Tucumán -1.246 kilómetros al noroeste de Buenos Aires. Después de un partido del Torneo Federal B (cuarta división), entre el Atlético Concepción y Unión Santiago (0-0), los radicales del primero salieron frustrados del estadio y se liaron a tiros entre ellos.
Resonaron unos 30 disparos, con gente que huía despavorida y otra que ni siquiera atinaba a reaccionar, inmovilizada por el pánico. Pasados unos minutos volvió la calma y el paisaje después de la batalla mostraba diferentes daños.
Ignacio Eduardo Jerez, de 55 años, empleado en una plantación de azúcar, era ajeno por completo a todo lo que ocurría. Sólo paseaba de regreso al hogar junto a sus hijos por la calle Estoquín. Pero el destino le colocó en un lugar y momento equivocado: un balazo atravesó su corazón.
Cayó derrumbado sobre la acera, ante la desesperación de sus vástagos. Después de diez minutos fue trasladado en ambulancia a un centro de salud, pero llegó sin vida. Así, otro inocente pasaba a engrosar la triste lista de víctimas mortales de la violencia en el fútbol de Argentina con el número 305.
El presidente del Atlético Concepción, Mario Díaz, admitió este lunes que antes del partido había hablado con los violentos. «Les reuní y les dije que no quería problemas, que se desarrollara todo en normalidad. Es más, los separé, los puse en otra tribuna e incluso les pedí que se saludaran y se dieran la mano», confió.
Aunque admitió que «el partido fue totalmente normal», lamentó que a la salida del estadio «se han encontrado dos grupos que tenían problemas». «Había pensado que hablándoles como presidente podía haber una solución, lamentablemente no ha ocurrido eso».
«La gente salió del estadio normalmente. Lamentablemente hay una persona que ha fallecido, era un vecino del club», expuso el dirigente. Y anunció que ha dejado la presidencia de la institución porque quedó «destrozado» y, dijo, «no puedo trabajar así».
En ese sentido ha seguido los pasos de Javier Cantero, ex presidente de Independiente que entre 2012 y 2014 intentó desterrar a los violentos. Lejos de lograr su objetivo, acabó renunciando al cargo, amenazado y perseguido por los radicales.
Últimamente las batallas internas de las barras bravas se han recrudecido por el control de los negocios ilícitos que pactan con los dirigentes. Por ejemplo, reventa de entradas, tráfico de drogas y alcohol en las gradas, chiringuitos de comida y bebida o cobrar aparcamiento en los estadios.