El relato de la víctima despejó cualquier duda: el entrenador de la Selección Nacional de Porrismo Femenino, Rónald Alan Berrios, la besó y la tocó cuando ella tenía 14 años y practicaba ese deporte.
Así lo consideraron los jueces del Tribunal Penal de San José, quienes ayer sentenciaron a Alan a cinco años de prisión por un delito de abuso sexual cometido en el 2006. Además, lo condenaron al pago de ¢5 millones a la ofendida.
El Tribunal ha escuchado a la ofendida, ha analizado y ha encontrado absoluta credibilidad a lo que ella, valientemente, ha venido a decir, explicó la jueza Carmen María Peraza.
El adulto la invitó (a entrar en la casa), le dio algún dulce, le puso una película y, aprovechándose de ese estado de vulnerabilidad, sin que hubiese otro adulto que la protegiera, invadió su libertad sexual, dándole un beso que ella no estaba propiciando, agregó.
Peraza dijo que Alan también forzó a la menor a acostarse en la cama y ahí la manoseó.
El entrenador de porrismo, de 47 años, quedó detenido ayer mismo, pues se dictó una prisión preventiva de seis meses, mientras queda en firme la condena.
La jueza Peraza explicó que se tomó esa medida ante el peligro de fuga del imputado y la posibilidad de reiteración del delito, debido a que se mantiene como entrenador de menores.
El Tribunal también estuvo conformado por los jueces Carlos Chaves Solera y Leonardo Pereira Valerín.
Vulnerable
La denunciante, quien ahora tiene 23 años y estudia Psicología, aseguró que la agresión sucedió un día en que finalizó un entrenamiento y Alan, que se encontraba en el mismo lugar, le ofreció llevarla a la casa.
Sin embargo, en lugar de ello, el entrenador se detuvo en su propia vivienda y la invitó a entrar, a lo cual ella accedió porque era inmadura, según expresó durante el debate.
Los jueces concluyeron que Alan se aprovechó de la vulnerabilidad de la entonces adolescente y que pese a que no hubo testigos del hecho, sí se contó con testimonios que respaldaron una parte de la versión.
Ella confía en sus amigos, como es normal en esas edades, y en los días subsiguientes se lo cuenta a tres de sus compañeros colegiales y todos coinciden en que ella les contó lo que había vivido con la persona que conoce como Chino, manifestó la jueza, quien explicó el fallo.
Los amigos, además, relataron que la víctima sufrió acoso vía telefónica por el abusador.
Incluso, uno de esos jovencitos tuvo la madurez para detectar desde ese momento, la situación anómala, cogió el teléfono y le dijo al imputado: ¡Deje de molestarla! Ella es una chiquita, yo soy su novio, rescató Peraza.
La juzgadora reprochó a la defensa que quisiera hacer ver que la denuncia se dio por rencillas entre grupos de porrismo.
Por el contrario, comentó que la ofendida era una muchacha de conducta intachable y de una gran valentía por atreverse a denunciar lo vivido.
La joven había asegurado que lo hizo porque supo que otra menor fue víctima de abuso por parte de Alan.
La Fiscalía estuvo representada por Gabriela Ugalde Pereira y la querella fue presentada por el abogado Federico Campos, quien expresó que se hizo justicia en este caso.
La Nación