Para el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, los disturbios en Baltimore significaron el regreso de una pesadilla recurrente que sigue atormentándole: cómo acabar con los encuentros mortales entre policías y afroamericanos, así como la posterior violencia de origen racial resultante.
El primer presidente afroamericano del país ha dicho varias veces que sus compatriotas tienen aún mucho camino por delante para estrechar la divisón racial y seguir con la lucha por los derechos civiles de Martin Luther King Jr.
Y el martes no fue una excepción. Un día después de los disturbios en Baltimore por la muerte de Freddie Gray, un joven negro de 25 años que falleció el 19 de abril con la columna vertebral rota mientras estaba bajo custodia policial, Obama ofreció un sesudo diagnóstico del problema, si bien no anunció nuevas medidas y afirmó que hay un límite a lo que puede hacer.
«Creo que hay departamentos de policía que deben reflexionar. Creo que hay varias comunidades que deben reflexionar. Pero creo que como país también tenemos que reflexionar. Esto no es nuevo. Lleva décadas ocurriendo», comentó Obama.
El presidente lleva lidiando con el problema desde el comienzo de las protestas el año pasado por la muerte de Michael Brown, un adolescente negro abatido a tiros por un policía blanco en Ferguson, Misuri.
Tras los disturbios de Baltimore, Obama lamentó la tendencia de sus compatriotas de centrarse en la violencia cuando aparece en sus televisores sin buscar formas de ayudar a las comunidades más pobres.
«Si nuestra sociedad quisiera solucionar realmente el problema, podría. Solo requeriría que todos dijeran que es importante, que es significativo, y que no hagamos caso de estas comunidades solo cuando arde una (farmacia) CVS y (…) cuando un joven recibe un disparo», afirmó.
En una conferencia junto al primer ministro japonés, Shinzo Abe, Obama aseguró que «hay algunos policía.
WASHINGTON (Reuters)