Autoridades mantienen estricta reserva sobre masacre en El Salvador

En casi un absoluto silencio la Policía Nacional Civil (PNC) continúa la investigación de la masacre ocurrida en un terreno árido ocupado como parqueo para furgones de la empresa Castillo Alemán y unos pocos vehículos de lujo, a manos de sicarios que presuntamente trabajan al servicio de bandas dedicadas al narcotráfico.

Los investigadores mantienen cerrada la escena donde el lunes pasado, entre las 2:00 y las 4:00 de la tarde, fue cometido el múltiple asesinato.

El presunto móvil fue un ajuste de cuentas entre narcotraficantes pero las autoridades todavía no lo han confirmado; en dos paredes del cuarto donde las víctimas fueron encontradas tiradas boca abajo los hechores pintaron dos zetas en referencia al Cártel de los Zetas, grupo escindido del Cártel del Golfo.

Cerca de la 1:00 de madrugada de ayer las autoridades trasladaron los cadáveres al Instituto de Medicina Legal (IML) de Santa Tecla. Hasta las 7:00 de la noche los familiares solo habían reclamado los de Marcos Wilfredo Cárcamo Ordóñez, Franklin Ayala y Rudis Alcides Lazo.

Vecinos de la colonia El Milagro de la Roca –donde ocurrió el crimen-, en Quezaltepeque, explicaron que antes de la masacre el último hecho violento había ocurrido hace cuatro años cuando un pandillero fue asesinado con lujo de barbarie. Esa parte de la carretera que conduce a San Juan Opico es conocida por la fuerte presencia la Mara Salvatrucha (MS-13).

Ni los vecinos que viven a la par ni enfrente del terreno escucharon los disparos que acabaron con las vidas de las nueve personas. Una mujer –cuya identidad se protege por seguridad- solo oyó unos ruidos como cuando alguien tira una lata contra la pared; sin embargo, no le prestó atención porque era común que los empleados de la empresa de carga trabajaran con hierros y jugaran fútbol cuando atardecía.

Otra fuente explicó que Castillo Alemán se instaló hace un año en la zona y desde entonces tuvo un crecimiento vertiginoso. Comenzaron guardando un furgón, luego dos y en poco tiempo habían acumulado más de ocho. Pero nadie prestaba mayor atención porque los propietarios no se relacionaban con los lugareños y los empleados eran amistosos pero “de pocas palabras”.

AGENCIAS