Murió el histórico cineasta Isao Takahata, cofundador del estudio de animación Ghibli

japon

Ha sido uno de los más grandes. Y aunque su nombre no sea tan famoso como su compañero de estudio Ghibli Hayao Miyazaki -ambos fundaron juntos la empresa- la obra de Isao Takahata ha marcado varias generaciones y es un referente mundial para legiones de animadores. Ayer jueves Takahata falleció en un hospital de Tokio a los 82 años víctima de un cáncer de pulmón, según anunció un portavoz del estudio Ghibli; su salud había empezado a declinar desde el pasado verano. Miles de niños españoles en los años setenta y ochenta no conocían su nombre, pero vivieron con pasión y dolor dos de las series de dibujos de televisión más famosas de la época: Heidi y Marco, de los Apeninos a los Andes. Ambas fueron dirigidas por Takahata.

 

En puridad, Takahata no era animador, pero ha dejado huella en la animación mundial por su capacidad de liderar equipos, por su pasión por la innovación tecnológica, su apuesta por una aproximación artística a la hora de contar historias y su defensa de la emoción como motor narrativo. Todo eso se puede ver en su última película, El cuento de la princesa Kaguya, con la que compitió al Oscar a mejor largo de animación en 2014.

Nacido en Ise, en la prefectura de Mie (centro de Japón) en 1935, y por tanto superviviente a los bombardeos estadounidenses en esta zona durante la Segunda Guerra Mundial, Takahata estudió filología y literatura francesa en la Universidad de Tokio, antes de entrar en el estudio Toei Animation, donde dirigió su primer largometraje animado, La princesa encantada, en 1968. Tres años más tarde, junto con Hayao Miyazaki y Yoichi Kotabe, se pasó al estuido Shin-Ei, aunque sus grandes éxitos, las series Heidi (1974) y Marco (1976), y la película Heidi en la ciudad (1982), fueron producidas por Nippon Animation. Produjo en 1984 para Miyazaki Nausicaä del Valle del viento antes de fundar los dos, junto con el productor Toshio Suzuki, al año siguiente el estudio Ghibli, inaugurando una época dorada de la animación japonesa y mundial, gracias a su apuesta por las historias inspiradas en leyendas y fantasías japonesas, y a su innegable mensaje ecologista. Los tres querían hacer obras más personales, centrarse en la expresión artística, y lo lograron. Vaya si lo lograron.

Takahata logró el reconocimiento internacional en 1988 con su La tumba de las luciérnagas, basada en una novela homónima de Akiyuki Nosaka sobre dos pequeños hermanos que tratan de salir adelante en Kobe, una ciudad al oeste de Japón que quedó completamente devastada durante los últimos meses de la II Guerra Mundial. Posteriormente dirigió filmes como Pompoko (1994) -que fue seleccionada por Japón para representar al país en la categoría de los Oscar de mejor filme de habla extranjera-, Recuerdos del ayer (1991) o Mis vecinos los Yamada (1999). Su último filme como productor fue La tortuga roja (2016), de Michael Dudok de Wit, el primero del estudio Ghibli dirigido por un realizador no japonés y en coproducción con Europa.

Desde entonces, Takahata redujo sus actividades profesionales sin llegar a anunciar que se retiraba, aunque el realizador desveló el año pasado que volvería a dirigir una película de animación. Su trayectoria ha sido reconocida con, entre otros galardones, el premio del Festival de Cine Infantil de Chicago (Estados Unidos), el premio del Festival de Animación de Annecy (Francia) o la Orden de las Artes y las Letras de este país por su trayectoria cinematográfica y por sus traducciones al japonés de poesía francesa.