Oscar 2018: Sí a Logan, pero no a Wonder Woman

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A la Academia de Hollywood nunca le gustó el cine de superhéroes. Aun así, fue una película de tipos con mallas la que empujó el mayor cambio en los Premios Oscar en décadas. El caballero oscuro había sido el filme de 2008, no solo por ser el más taquillero, sino porque la pericia de Christopher Nolan había recibido también el aplauso crítico. Pero los galardones no lo reconocieron así. Ya en el monólogo de la gala lo cantaba Hugh Jackman: “¿Cómo pueden las películas de cómic nunca estar nominadas? ¿Cómo mil millones pueden no ser sofisticados?”. La aventura de Batman logró algo más difícil: alterar las normas de mejor película para incluir hasta 10 nominadas y hacer, ante la pérdida de audiencia televisiva, un guiño a filmes comerciales. La idea parecía lógica, pero nada cambió. Pese a que se colaran contadas obras de animación, comedia y ciencia ficción, los superhéroes seguían sin asomar por las principales categorías. Se conformaban con maquillaje, efectos especiales y sonido. ¿Eran prejuicios o las películas más taquilleras no cumplen los mínimos de calidad?

 

Diez años después de El caballero oscuro, los Oscar han vuelto a fijarse en el género. Logan, el canto de cisne de Hugh Jackman como Lobezno, ha logrado candidatura en la categoría de mejor guion adaptado, gracias en parte a una campaña donde el director James Mangold ha insistido en que esta no era una obra de supertipos al uso. El gran fenómeno heroico de 2017, la más clásica Wonder Woman, por su parte, se ha ido de vacío pese a la insistencia de Warner por participar en la carrera al subrayar la labor de la directora Patty Jenkins. “Se rumoreó que podía aspirar a mejor película, pero si no ha llegado a la ceremonia del bienquedismo y la dignificación de cierto mainstream ha tenido más que ver con su amortización que con el hecho de que como película —y como feminista— deja mucho que desear”, apunta Elisa McCausland, autora del libro Wonder Woman, el feminismo como superpoder (Errata Naturae) y que cuestiona esa necesidad de ceremonias así para mandar un mensaje: “¿Son los Oscar un espacio donde reivindicar un discurso o se premia la esencia del cine?”. Si se respeta lo último, la periodista está de acuerdo con que “no opte a ningún premio, aunque tampoco Logan lo mereciera”.

 

Sea por lo cinematográfico o por el debate, lo que queda claro es que el discurso con el que Mangold reniega de lo comercial ha gustado a la Academia: “A quienes son reticentes a los superhéroes, esta venta los acerca más, pero el filme no se aleja tanto del género ni se atreve como lo hacía Nolan. No deja de jugar con tópicos”, apunta Tonio L. Alarcón, escritor de Superhéroes. Del cómic al cine (Calamar Ediciones), que recuerda que el enemigo era un clon: “No creo que lo mejor sea el guion. Es casi un premio a la trayectoria del personaje, que es una narrativa que gusta. El discurso autoral ayuda y también las referencias a western crepusculares como Shane o Sin Perdón [que también rompió con ese desprecio hacia el oeste al llevarse Mejor Película]. A los Oscar les gusta todo lo autorreferencial a Hollywood”. Así lo apunta McCausland, que advierte de que este discurso puede ser igualmente perjudicial para el género.

McCausland entiende que los aficionados busquen esta especie de “dignificación mediática” de su cultura con premios, aunque no lo ve necesario “cuando cuentan con la bendición en taquilla y de aficionados”. Para ella el género está totalmente legitimado desde hace una década, “como producto de la crisis”. Reconoce, aun así, que le “hace gracia” que se cuelen “troleos” de películas no habituales en la ceremonia: “La política de premios tiene que ver más con el clima de opinión y los discursos”. Al fin y al cabo, gran parte de las nominadas están allí tras la carrera a fondo de los últimos meses del año. “Aunque la Academia lo niegue, la campaña es lo que influye en muchas decisiones. Y Disney (responsable de las películas Marvel, nominada a efectos especiales) no está interesada. No va a hacer más dinero por dos nominaciones y otras películas se juegan el presupuesto”, responde Alarcón.

Los superhéroes tampoco son el único género al que la Academia no rinde pleitesía. La comedia pura solo aparece este año con el guion de La enfermedad del amor. Y lo mismo sucede históricamente con la fantasía, más allá de lo técnico. Al menos hasta que El Retorno del Rey arrasó con 11 galardones (y ninguna nominación interpretativa) en 2004. “Son géneros mal considerados, prejuicio profesional de la Academia, que ve que tiene que mantener su imagen comprometida. Birdman demostraba esos prejuicios. La forma del agua es fantasía, sí, pero más suave, agradable y con guiños al cine clásico”, puntúa Alarcón, a quien sí le convenció la dirección Wonder Woman y su estructura clásica de cine de aventuras. “Titanic fue la última vez que arrasó de verdad lo más popular. Gustaba y estaba bien hecha cinematográficamente, aunque se enfrentara a otras más prestigiosas. No se puede perder la legitimidad del cine por el discurso de la ceremonia”, recuerda McCausland.

¿Tendrá el cine de superhéroes en el futuro su El señor de los anillos o Sin perdón? “Es complicado porque no se rifan a grandes cineastas, las franquicias buscan directores maleables”, sopesa McClausland, que tampoco cree que alguien hasta ahora querido como Ryan Coogler y el fenómeno en el que ha convertido a Black Panther pueda optar a ello. Para ella, El soldado de invierno e Iron Man tenían más cualidades. “Existe esa querencia a lanzar un mensaje para hacer la película distintiva”, apunta Alarcón, pero eso no siempre se tiene que traducir en algo cinematográficamente potente: “El Caballero Oscuro llegó demasiado pronto para la asimilación del cine de superhéroes en la industria. Al principio pensaban que era una moda. Hoy son la base del negocio y la industria se ha tenido que adaptar. La nominación es un pequeño reconocimiento a lo que significan”.