En Star Wars: Los últimos jedi, Carrie Fisher es mucho más que una princesa Disney. Leia se ha convertido en general, en líder de las tropas rebeldes, en quien todos confían y por quien darían la vida. Ella toma las decisiones lógicas, demuestra que domina la fuerza como pocas veces habíamos visto, y, sin embargo, no tiene miedo relegar su mando. Al fin y al cabo, Fisher ya tenía 60 años cuando murió hace un año —el 27 de diciembre de 2016 y tras pasar días en coma por un infarto en un avión— y los excesos y enfermedades mentales no le habían tratado bien. La hija de la actriz Debbie Reynolds (la protagonista de Cantando balo la lluvia murió solo un día después) y el cantante Eddie Fisher nunca fue, en realidad, una princesa al uso, ni en su icónico papel de heroína galáctica ni en su vida real como heredera de una estirpe de Hollywood.
«Dilo tú. Yo ya lo he dicho suficiente», espeta Leia al despedirse de su lugarteniente interpretada en pantalla por Laura Dern, una de las mujeres con personalidad a las que hoy Fisher traspasa su legado en el género: «Qué la fuerza te acompañe», responde ante una Leia hoy maestra. No es casualidad que esa frase estuviera escrita por la propia actriz, que siempre se consideró guionista vocacional. Por historias qué contar no sería. Siempre tenía un diálogo llamativo o una broma con la que poner la puntilla a los guiones. Pronto la fama fue alejándose para convertirse en una experta doctora en guiones como Hook de Steven Spielberg, Sister Act, Arma Letal 3, El chico ideal e incluso las precuelas de la Guerra de las Galaxias. Aunque donde verdad puso toda su alma fue en Postales desde el filo (1990), autobiografía en la que era interpretada por Meryl Streep. «Después del estreno, tenía que sufrir la decepción diaria de mi familia y amigos cada vez que no era Meryl», bromeaba. En eso también fue rompedora: una en un mundo de hombres.
Volver a ser Leia Organa (o Skywalker) no fue sino un regalo de última hora en una carrera que ya estaba completa (igual que su nominación al Emmy póstuma por Catastrophe). Había logrado hacer lo que le apetecía gracias a darse cuenta de que nunca sería una estrella, de que siempre sería Leia hiciera lo que hiciera. Había abrazado su condición de icono: «Soy una alcohólica, porque George Lucas arruinó mi vida (…) Le dije que por qué Leia no llevaba sujetador y me contestó: ‘no, porque en el espacio no hay ropa interior».
“Ya sé lo que vas a decir. Me he cambiado el pelo”, suelta a Luke cuando lo ve por última vez. Otra sentencia escrita por Fisher que denota el humor que le ayudó a superar todo lo que le sobrevino en su vida, desde su infancia llena de estrellas a sus adicciones y sus relaciones personales. Su mejor terapia fue encapsularlo en su arte, en sus libros de memorias y el monólogo Wishful Drinking, donde volvía a poner de manera irónica las famosas ensaimadas que convirtieron su peinado en icónico. Su humor le ha acompañado hasta su último aliento: sus cenizas fueron depositadas en una urna con forma de pastilla de Prozac. «Mi vida se resume en una frase: si no fuera graciosa, simplemente sería real, y eso es inadmisible», puntuaba.
Por desgracia, los seguidores se quedarán sin ver el último capítulo en su batalla en una galaxia muy lejana. Disney ya ha anunciado que no utilizará su imagen para reconstruirla digitalmente en el episodio IX. Tras los capítulos dedicados a Harrison Ford y Mark Hamill, esta era su oportunidad, pero cualquier imitación sería un insulto para la realidad y experiencia que Fisher desprendía en casa arruga. La promoción y la propia película se han convertido en un testamento fílmico de la artista, tanto que en los créditos del largometraje se puede leer la siguiente dedicatoria: «En recuerdo cariñoso de nuestra princesa Carrie Fisher». Leia por fin se pudo despedir de Luke. «Era brillante y obviamente todos la echaremos de menos. Pero siempre será la princesa que asumió el mando y nunca retrocedió (…). Siempre estaba ayudando a los otros a salir de los líos que habían creado. La amaremos por siempre jamás», dijo George Lucas hace unos meses. Y eso tendrá que ser suficiente.
No one’s ever really gone…#AlwaysWithUs #CarrieOnForever pic.twitter.com/zsfuKHRSub
— @HamillHimself (@HamillHimself) December 27, 2017
Su legado será lo que viva. Durante las marchas de las «Marchas de las Mujeres» que en enero recorrieron Estados Unidos contra el presidente, Donald Trump, fue habitual ver carteles con la cara de la artista llamando a la rebeldía y la resistencia como icono feminista. Hoy ya no es la única heroína en la que fijarse en pantalla. Su sombra se escribe sobre la nueva protagonista de la saga, Rey (interpretada por Daisy Ridley), la de Rogue One (Felicity Jones), en su hija Billie Lourd, también parte del universo e incluso en los personajes femeninos de otras sagas que demuestran que los taquillazos en Hollywood no deberían ser solo cosas de hombres. Wonder Woman también es una princesa amazona, pero es su fuerza y empeño la que le ha convertido en icono. La película de la superheroína ha superado los 800 millones de taquilla mundial, el gran éxito de su saga de cómics.
Porque ha llegado el momento de que Hollywood se entere de que puede (y debe) haber más Leias, delante y detrás de las cámaras. Y de lo que significan mujeres como Carrie Fisher que, al enterarse hace unas décadas de que una amiga estaba siendo acosada por un productor, decidió mandar a un ejecutivo una lengua de vaca en una caja para advertirle de las consecuencias de su acoso. La historia se supo cuando explotó el escándalo Weinstein. Sus proezas siguen dando titulares hasta después de muerta. Leia fue nuestra única esperanza.