Basilio Martín Patino ha fallecido en Madrid a la edad de 86 años tras una larga enfermedad degenerativa. Ejemplo de cineasta libre y rebelde, Martín Patino deja para la historia algunos de los títulos más importantes de la cinematografía española.
Tras su elegancia, sosiego y timidez se ocultaba una feroz y decidida actitud por hacer el cine que él quería, siempre en los márgenes, alejado de la industria, sin importarle los éxitos comerciales. Era un hombre al que no le asustaban los riesgos, aun reconociendo que había pagado las consecuencias por ello.
El director de Nueve cartas a Berta, Canciones para después de una guerra, Queridísimos verdugos y Caudillo, referentes de la vida durante la dictadura franquista, compaginó la ficción con el documental, género en el que fue todo un maestro.
Su última película, Libre, te quiero, es un excelente ejemplo del mundo creativo y la personalidad vital de Martín Patino. Con 81 años y unas fuerzas que le iban ya mermando pero con la pasión de siempre, el director escuchó un domingo por la tarde los gritos de felicidad y la música que llegaba de la Puerta del Sol de Madrid, muy cercana a su vivienda, cogió la cámara y rodó a pie de calle 25 horas de película sobre el movimiento del 15 M. Le puso el título Libre te quiero , de inequívocas resonancias: las de los versos del poeta Agustín García Calvo, fervoroso asiduo del 15M. Nada se escapó a la mirada de este cineasta rompedor, rebelde y experimental, que realizó sin guion previo. “Mi trabajo no es el de historiador, sino el de fabulador”, decía en una entrevista. “No me gusta investigar, pero me meto en las cosas que me gustan. Me lo ha criticado a veces, pero no me importa nada. Son una forma de expresión aunque pueda parecer chorradas”, añadía sobre sus proyectos audiovisuales y expositivos, que han acompañado siempre su carrera como cineasta. Así, fue uno de los tres creadores elegidos para el pabellón de España en la Exposición Universal de Shanghái, en 2010, donde Martín Patino presentó un proyecto de pantallas volantes.
Nacido en Lumbrales, Salamanca en 1930, la pasión por el cine le llegó pronto. Tras estudiar Filosofía y Letras, creó un cine-club y la revista Cinema universitario, embrión de donde partió la idea de las Conversaciones de Salamanca sobre el cine español que reunió a los grupos más heterogéneos de la industria cinematográfica, en 1955. Después de estudiar en la Escuela de Cine, dirigió su primera película, Nueve cartas a Berta (1966), un filme que fue pasto de la censura pero que enseguida se convirtió en un referente de la época, y en el que el realizador buscó comprender aquellos tiempos de desasosiego y rebeldías calladas. Tras su segundo filme El amor y otras soledades, Martín Patino, harto de la censura, comenzó el camino que nunca abandonó, el de un cineasta en los márgenes de la industria, pero siempre libre. Fueron surgiendo memorables títulos como Casas viejas, El jardín de los poetas, La seducción del caos y Octavia, entre otros muchos.
El documental La décima carta, de Virginia García del Pino, indagó en el mundo más íntimo de Martín Patino, a través de muchas horas de conversaciones y entrevistas e imágenes de archivo. El filme fue presentado en el Festival de Cine de San Sebastián en 2014.
Apasionado de los artilugios y las técnicas de filmación antiguas y modernas, llegó a poseer una importante colección de linternas mágicas y zootropos, que han sido mostradas en numerosas exposiciones y que ahora forman parte de la Fundación Basilio Martín Patino. Abrazó también con emoción las nuevas técnicas de vídeo y las nuevas herramientas digitales. Doctor Honoris Causa por la Universidad de Salamanca, Martín Patino hablaba en su discurso de investidura de la felicidad que le suponía el hecho de poder realizar a gusto su trabajo. “Querer es tratar de comprender sinceramente, y comprender implica también la libertad de poder disentir. Cada uno debe poder seguir su propio camino”, clamaba el cineasta en su discurso. Martín Patino siempre siguió el camino que él mismo se marcó.