Cientos de inmersiones de los buzos se ven interrumpidas por encuentros con serpientes oliva (‘Aipysurus laevis’). Esta es una especie muy venenosa, el motivo que lleva a este animal a «perseguir» y, en algunos casos, a morder a los visitantes es poco explorado.
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En este contexto, un equipo de científicos de distintos institutos de investigación australianos tuvo la tarea de averiguar las causas que subyacen a este comportamiento de las serpientes oliva. Analizaron los registros elaborados entre 1994 y 1995 por el académico Tim Lynch; en estos describen la conducta de estos reptiles durante los avistamientos que experimentó en la Gran Barrera de Coral australiana.
Tras examinar las 158 observaciones de Lynch, los investigadores descubrieron que los 74 ‘ataques’ registrados los perpetraron entre mayo y agosto. Este periodo comprende la temporada de apareamiento de la especie. La mayoría de los casos los protagonizaron machos adultos, que nadan directamente hacia los buzos; también en ocasiones, se enroscan y muerden alguna de sus extremidades.
Estas súbitas y agitadas aproximaciones, frecuentemente interpretadas como ataques, se producen generalmente cuando un macho pierde el contacto con una hembra. Por su parte, las hembras se acercan a los humanos cuando son perseguidas durante el cortejo.
Las serpientes oliva se confunden
Esta situación sugiere que las serpientes macho, al depender de una limitada visión para guiarse, confunden a los buzos con potenciales parejas sexuales o con machos rivales; mientras tanto las hembras los perciben como un potencial escondite. Este comportamiento también se observa en otras especies de serpientes marinas.
¿Cómo actuar?
De acuerdo a los expertos, la mejor estrategia que los buceadores que se encuentren en esta situación pueden seguir es mantener la calma; así mismo permitir al reptil percibir las señalas químicas del entorno. Esto hará que el animal eventualmente pierda el interés y evitará que se sienta amenazado, reduciendo en gran medida las posibilidades de resultar mordido.
«Al quedarse quieto y permitir que una serpiente de mar lo investigue con su lengua, es poco probable que un buceador intensifique el encuentro y sea mordido»; señaló Ross Alford, coautor de la investigación publicada recientemente en Nature.