Científicos que pasaron años rociando oxitocina en la nariz de los leones descubrieron que los grandes felinos se volvieron mucho más amigables con sus vecinos y menos propensos a rugir a los extraños cuando se les administró la llamada «hormona del amor».
Los resultados, publicados en la revista iScience este miércoles, podrían significar un importante aporte para los esfuerzos de conservación, ya que la expansión urbana obliga cada vez más a manadas desconocidas a vivir juntas en reservas.
«Siempre me han gustado los leones»; dijo a la AFP la neurocientífica y principal autora del estudio, Jessica Burkhart, que explicó que se implicó en la investigación porque se había cansado de examinar los cerebros de los animales en el laboratorio y quería estudiarlos en la vida real.
Los gatos en general tienen fama de ser independientes, pero los leones, por el contrario, viven socialmente en manadas mientras ganan y defienden preciados territorios en la sabana africana.
Oxitocina pone amorosos a los seres humanos
«Si piensas en los leones machos, por ejemplo, dejarán la manada cuando tengan un par de años; y se encontrarán con otros leones machos que no conocen, y con los que no están emparentados, y formarán lazos de por vida»; dijo Burkhart.
Este tipo de comportamientos indicaron que los leones, a diferencia de los guepardos o leopardos solitarios; están biológicamente programados para ser sociales, en algunas situaciones, lo que los convierte en una especie interesante para estudiar; el efecto de la oxitocina.
En los mamíferos, la oxitocina es la principal molécula que fortalece los lazos sociales.
A veces llamada la hormona del cariño, se produce en el cerebro de una madre cuando mira a los ojos de su recién nacido; generando sentimientos de bienestar y felicidad, al tiempo que ayuda a que el bebé busque su pecho para mamar. Se han documentado efectos similares en otras especies, así como entre perros y sus dueños humanos.