El ser humano se desplazó descalzo, como cualquier otro animal, hasta hace relativamente poco tiempo: la primera evidencia indirecta de que los humanos usaban calzado se remonta a hace cuarenta mil años, mientras que el calzado más antiguo jamás recuperado data de hace ocho mil años, mientras que los zapatos más sofisticados, con tacón y alcolchados, no se comenzaron a fabricar hasta la Revolución Industrial.
Antes de ello, las plantas de los pies eran el único contacto entre el suelo y el cuerpo. Tenemos el convencimiento de que usar calzado es una práctica higiénica, que evita precisamente que este contacto pueda ser una vía de transmisión de infecciones. Pese a todo, puede que al final tenga más ventajas andar descalzo que con zapatos, según una nueva investigación publicada por la revista Nature. La respuesta está en los (antiestéticos) callos.
El estudio pone de relevancia las ventajas de los callos en los pies al caminar descalzos, dado que ofrecen más protección al pie que cualquier tipo de calzado sin comprometer la sensibilidad táctil. Es decir, los callos permiten llevar los pies protegidos al andar descalzos y, al mismo tiempo, sentir el suelo con la ventaja de no llevar ningún tipo de calzado. Además, andar descalzo no afecta a las articulaciones vecinas, a diferencia de los zapatos, que pueden provocar una fuerza de impacto que afecte a las rodillas o a los tobillos.
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Ante la perspectiva de caminar sobre una superficies que pueda ser resbaladizo, abrasiva o de alguna manera, perjudicial o incómoda, los zapatos no parecen traer más ventajas que los pies con durezas. Al contrario, las desventajas de caminar con zapatos es que disminuye la sensibilidad del suelo, además de los problemas de carga para las articulaciones que hemos comentado. Por el contrario, unos pies descalzos y con callos suponen un agarre similar, pero mayor sensibilidad, no se produce ningún tipo de sobrecarga añadida, y la sensibilidad táctil no se ve comprometida.
Pero, ¡atención! Esto no significa que ahora lo aconsejable sea abandonar los zapatos y comenzar a caminar descalzos, especialmente si estamos acostumbrados a llevarlos toda la vida. Nuestra piel no presentaría las durezas suficientes como para que se den las condiciones positivas anteriormente relatadas.
Las ventajas de unos pies con callos
El en estudio, se muestra cómo las personas de Kenia y Estados Unidos que frecuentemente caminan descalzos tienen callos más gruesos y más duros que los que usan el calzado. En estos se observó que los callos, por muy gruesos que sean, no reducen la capacidad de percibir los estímulos táctiles durante la marcha, como sí hacen los zapatos.
Esto último jamás había sido probado antes en un estudio científico: “Hasta donde sabemos, la función del callo en relación con la capacidad sensorial del pie humano nunca ha sido probada, especialmente desde un punto de vista antropológico”, explica en investigador Thomas L. Milan en declaraciones para la Agencia SINC.
Además, el grosor de los callos tampoco afectó a la fuerza con que los pies tocaban el suelo al caminar, las fuerzas de impacto, algo que los zapatos sí provocan, afectando a las articulaciones.
Además, el grosor de los callos no afecta la fuerza con que los pies tocan el suelo al caminar, como indicaron las fuerzas de impacto. Aunque el calzado reduce las tasas de carga en el impacto, aumenta los impulsos de fuerza, “con efectos desconocidos en el esqueleto que merecen un estudio futuro”, detallan los investigadores, mencionó Muy interesante.