Sabemos que la teoría evolutiva dicta que descendemos de primates. Pues bien, siguiendo esta evolución, se afirma que determinados órganos se han desarrollado según nuestra funcionalidad; mientras que otros, sencillamente, han desaparecido.
Hace muchos, muchos años que dejamos nuestra vida de primates saltando de árbol en árbol para dominar la tierra, y convertirnos en brillantes Homosapiens llenos de problemas. Apenas queda nada de esos años oscuros en que nuestro cuerpo estaba cubierto de pelo y, por increíble que parezca, teníamos cola.
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Atavismos: vestigios de la cola humana
Lo creas o no, aún existen casos muy particulares donde, por alguna razón, ciertas personas nacen con esos vestigios del pasado. Humanos que vienen al mundo con un apéndice al final de su columna vertebral, es decir, una cola. Es lo que en la ciencia se llama ‘órganos vestigiales’.
La cola vestigial es una extrañeza en el ser humano, un rasgo fenotípico que se presenta en poco más de 100 individuos en todo el mundo.
Para los científicos se trata de un error, de una incongruencia en nuestro ADN donde se activan por alguna razón esos rasgos pretéritos del ser humano, esto es, la cola de nuestros ancestros.
De hecho, suele decirse que el cóccix es de por sí el resto de esa cola perdida, un vestigio del pasado al igual que las muelas del juicio, o incluso el fenómeno de la carne de gallina porque, ¿sabes qué función se supone que debe tener la piel de gallina? Elevar el vello del cuerpo para simular tener un tamaño mayor y poder asustar así al enemigo. Increíble, ¿verdad?
Estos genes, al parecer, quedaron inactivos hace mucho tiempo, decenas de miles de años para ser más exactos.
Las personas que nacen con este defecto o error genético suelen extirparse a los pocos días esta cola, un apéndice compuesto de músculos, nervios y vasos sanguíneos, aunque en ocasiones también presentan vértebras y cartílagos, una cola con movilidad propia que casi nadie desea conservar por muy original y llamativa que resulte.