Lo primero que hay que destacar a la hora de investigar sobre ciencia y masturbación es que, por un lado, no hay mucho material científico que apoye todas las afirmaciones que se realizan. Quizás precisamente por esta escasez de investigaciones, muchos han supuesto que masturbación y coito producen los mismo beneficios, ya que ambos, culminan en orgasmo (o al menos es el fin que persiguen).
Pero no es así: hay profundas diferencias y por ello los estudios centrados en la autosatisfacción son tan necesarios. ¿Qué diferencias hay? Un estudio que comparó el volumen y la calidad de esperma producidos durante la masturbación y el coito, señala que el volumen de plasma seminal, el recuento total de espermatozoides, la motilidad de los mismo y el porcentaje de espermatozoides morfológicamente normales fueron significativamente mayores en las muestras recogidas durante el coito que en la masturbación.
Además, los marcadores de la función secretora de la próstata y el resultado de las pruebas de función espermática fueron significativamente más altos para las muestras recolectadas durante el coito.
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En las mujeres también hay diferencias, según una investigación, en cuanto al grado de contracción de la musculatura involucrada en el orgasmo si se trata de relaciones (heterosexuales) o si están vinculadas al autoplacer, mayores y más intensas en el primer caso.
Así la masturbación crea un “paisaje” anatómico, fisiológico y sexual completamente distinto al de las relaciones sexuales de pareja. Se trata de una practica tan natural que, según afirma un estudio español realizado por científicos del Servicio de Obstetricia y Ginecología del Hospital Álvaro Cunqueiro (Vigo), ya la realizamos en el útero. “La masturbación fetal – señalan los autores en el estudio – ha sido descrita previamente una vez en el útero, pero solo como una descripción de una acción. La masturbación está bien descrita en la infancia y la primera infancia cuando descubren que esta práctica puede darles placer. Nuestro análisis demuestra que podría comenzar en el útero como un comportamiento de gratificación”.
Dentro de los mitos vinculados a esta práctica, ceguera, impotencia a largo plazo, baja cuenta espermática o debilidad mental, ninguna tiene un fundamento científico. Donde sí se han hallado evidencias es en los beneficios en la salud.
Un estudio comparó distintos parámetros entre mujeres que experimentaban orgasmos masturbatorios y aquellas que no. Las primeras tenían un número significativamente mayor de orgasmos, mayor deseo sexual, r autoestima y satisfacción matrimonial y sexual y requerían menos tiempo para la excitación sexual.
Otro de los beneficios de los que habitualmente se habla es de un vinculo positivo contra el cáncer de próstata. Un estudio de 2003 demostró que los hombres que eyaculaban más de cinco veces por semana tenían un tercio menos de probabilidades de desarrollar cáncer de próstata que los que eyaculan con menos frecuencia. La especulación es que la eyaculación frecuente puede prevenir la acumulación de agentes causantes de cáncer en la glándula prostática.
Un vínculo similar entre la eyaculación frecuente y un menor riesgo de cáncer de próstata se descubrió en un estudio de 2016.
Finalmente, una investigación centrada en la masturbación masculina lo vincula a un mejor funcionamiento del sistema inmune. “Los resultados – señalan los autores en el texto – confirmaron aumentos transitorios en las concentraciones de adrenalina y prolactina. La excitación sexual y el orgasmo aumentaron el número absoluto de leucocitos, en particular las células asesinas naturales (CD3-CD16 + CD56 +), en la sangre periférica”.