Washington, 20 nov (EFE).- Una nueva interpretación de los datos obtenidos en 2011 por la sonda Mars Reconnaissance Orbiter (MRO) concluye que lo que inicialmente fueron considerados riachuelos detectados en Marte son en realidad corrientes de arena, informó hoy la Agencia Aeroespacial de Estados Unidos (NASA).
"Las marcas oscuras en Marte, anteriormente consideradas una prueba de corrientes de agua en su superficie, han sido interpretadas por una nueva investigación como flujos granulares, en los que granos de arena y polvo caen ladera abajo, creando cauces oscuros", reconoció hoy la NASA en un comunicado.
Las conclusiones de este nuevo análisis, que fue publicado hoy por la revista científica Nature Geoscience, descartan además la presencia de suficiente líquido en el llamado Planeta Rojo.
"Hemos considerado estos flujos estacionales como corrientes de aguas, pero lo que vemos en esas laderas responde más a lo que podríamos esperar de la arena seca", señaló en declaraciones a la NASA Colin Dundas, autor del artículo y miembro del departamento de investigación geológica del Centro de Ciencia Astrológica de EE.UU. de Flagstaff (Arizona).
De acuerdo con Dundas, imágenes tomadas por la potente cámara del MRO demostrarían que no existe inclinación suficiente como para generar cauces por los que se desplazara el agua de forma regular y, por lo tanto, el movimiento detectado ha de atribuirse a la arena cayendo por las laderas.
Miles de estos cauces, llamados flujos intermitentes por aparecer tan solo durante la estación más cálida, habían sido detectados en más de cincuenta zonas escarpadas del planeta, levantando una gran expectación sobre la presencia del líquido elemento en el planeta.
Estas nuevas conclusiones contradicen la teoría defendida hasta el momento por la propia NASA que, en 2015, dijo tener pruebas de la existencia de agua en Marte.
Con un espectómetro instalado en la sonda, los científicos detectaron entonces signos de minerales hidratados en montañas marcianas en las que se percibían rayas misteriosas.
Esas rayas, cuyo color se oscurece en las estaciones cálidas al tiempo que palidece cuando baja la temperatura, son las que en un primer momento se atribuyeron a agua salobre fluyendo por las laderas de los montes del planeta pero que, según Dundas, responderían apenas al árido avance de la arena.