El concepto de “gaslighting” proviene de la película Gaslight, una cinta de 1944, en la cual una pareja se muda a una casa abandonada en donde la mujer escucha ruidos extraños, como presencias sobrenaturales. Su esposo la convence de que ella está loca y por eso escucha estas cosas, siendo que es él en realidad el responsable de esos pequeños cambios misteriosos.
Que una persona haga “gaslighting” a su pareja, significa que distorsiona la realidad a su favor. Por ejemplo, hay una pelea, el hombre tiene la culpa, pero en vez de asumirla, trata de convencer a su pareja que ella es la que está equivocada. ¿Te suena familiar?
Aunque en un inicio las víctimas son conscientes de lo sucedido, no están seguras de que se trate de una manipulación y es ahí cuando empiezan las dudas. Pero eso no es todo, el manipulador puede llegar tan lejos como quiera para convencer a la víctima y a su círculo cercano de que algo está pasando al punto de considerar un desequilibrio mental.
La razón por la que este tipo de manipulación ha tenido mucho éxito es porque es muy sutil, tanto que a veces podemos practicarlo casi sin darnos cuenta.
El “gaslighting” hace que nos volvamos dependientes, que dejemos que la otra persona controle nuestras acciones y emociones, convirtiéndose en una forma de abuso y maltrato psicológico, así lo informa el portal web La Tribuna.
En contexto
Por otro lado, un equipo internacional de científicos ha llevado a cabo una nueva investigación para determinar quiénes tienden a ser más egoístas, si los hombres o las mujeres, informa el diario británico 'The Guardian'.
En su estudio publicado en la revista 'Nature Human Behaviour', los científicos llevaron a cabo dos experimentos. El objetivo era averiguar si la dopamina estaba vinculada a comportamientos sociales diferentes en hombres y mujeres. Este neurotransmisor, bautizado como una de las hormonas de la felicidad, es crucial para el sistema de recompensa del cerebro.