Madrid, 21 sep (EFE).- Los neandertales y los Homo sapiens no solo compartieron hábitats y modos de vida. Un estudio publicado hoy en Science concluye que esta especie inteligente extinguida hace 40.000 años tenía un patrón de crecimiento muy similar al de los humanos modernos: sus niños crecían tan despacio como los nuestros.
El estudio, liderado por el paleontólogo Antonio Rosas, del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN) del Centro Superior de Investigaciones Científicas de España, se ha centrado en los restos fósiles de un niño de la cueva de El Sidrón (Asturias), el yacimiento neandertal más importante de la Península Ibérica y uno de los más destacados del mundo.
El yacimiento, que fue excavado entre el 2000 y el 2013, contenía más de 2.500 restos óseos de una familia de trece miembros: siete adultos, tres adolescentes y tres niños que vivieron en ese lugar hace unos 49.000 años.
Sin embargo, a diferencia de la mayor parte de los restos de los adultos que están "muy fragmentados", el esqueleto de uno de los niños está "casi completo", lo cual es una rareza porque "en el registro fósil neandertal hay muy pocos niños tan bien conservados y los que hay tienen entre dos y tres años".
Así lo explicó a Efe el coautor del trabajo y paleogenetista del Instituto de Biología Evolutiva (IBE), Carles Lalueza-Fox.
El estudio histológico del niño ha determinado que tenía 7,7 años. "Su edad ha quedado muy bien afinada porque los esqueletos infantiles permiten calcular la edad con gran precisión gracias al crecimiento de los dientes", precisa Lalueza-Fox.
Y es que, según se forma el esmalte, las piezas dentales, dejan marcas microscópicas diarias que permiten contar por días la edad de un individuo, añade.
Además, por otras marcas halladas en el esmalte dental y por la robustez de sus huesos, los investigadores han determinado que se trata de un varón diestro que comenzaba a ejercer tareas de adulto.
Al estudiar sus huesos, los paleontólogos observaron que el tamaño de la primera vértebra de la columna (llamada atlas) y el de las vértebras torácicas no se correspondían con las de un humano moderno de casi 8 años sino "más bien con uno de 5 o 6 años".
En cuanto al cráneo, los investigadores vieron que algunas zonas como la del hueso occipital seguían creciendo, "cuando en un humano moderno de esta edad, esta parte de la cabeza ya ha dejado de crecer", apuntó el investigador del MNCN y coautor del trabajo Luis Ríos.
El estudio demuestra, por tanto, que el patrón de crecimiento de los neandertales y los humanos modernos era muy similar, "probablemente heredado de un ancestro común de ambas especies: el Homo antecesor", puntualizó el líder del estudio, Antonio Rosas, en una rueda de prensa.
Y es que, aunque los neandertales tenían un ritmo de crecimiento más lento, ambas especies crecían de la misma manera: el cerebro se desarrollaba primero y el resto del organismo más tarde.
"El cerebro humano es muy grande y un tejido muy caro de fabricar metabólicamente hablando. Por eso, como especie hemos acoplado la demanda energética del desarrollo del cerebro con la del resto del cuerpo: primero crece el cerebro y después el resto del organismo. Pero hemos visto que el desarrollo lento en la infancia no es exclusivo del hombre moderno", afirma Rosas.
Para los investigadores, las diferencias concretas en las vértebras y el cráneo podría deberse a la forma anatómica de los neandertales, que tenían mayor capacidad craneal que los Homo sapiens y un tórax necesariamente más grande para albergar unos pulmones también mayores.
De hecho, los neandertales adultos tenían un volumen de 1.520 centímetros cúbicos, frente a los 1.350 centímetros cúbicos que ocupa el cerebro de un hombre moderno.
En el caso del niño neandertal, su cerebro había alcanzado ya los 1.330 centímetros cúbicos en el momento de su muerte, es decir, el 87,5 por ciento del total antes de los ocho años, una edad en la que un niño actual ya ha terminado de desarrollar toda su capacidad craneal.
"Conocer las diferencias y similitudes en los patrones de crecimiento entre neandertales y seres humanos modernos nos ayuda a definir mejor nuestra propia historia", concluye Rosas.