Y en el principio las células se dividen. Parece un proceso sencillo, siempre y cuando hablemos de células idénticas, pero cuando alguna de estas células tiene que convertirse en una especializada (célula pulmonar, ósea, muscular, etc.), comienzan los problemas.
En las moscas ocurre esto. Hay un momento en el que una célula debe “saber” que al dividirse dará a luz a dos “hijas” distintas: una se convertirá en un cabello (un órgano sensorial en las moscas que les permite determinar la dirección y la intensidad del viento) y la otra se convertirá en una neurona. Se trata de una división asimétrica perfectamente controlada.
En este proceso, señalan científicos de la Universidad de Ginebra, en un artículo publicado en Nature, las dos futuras células “hablan” entre sí, intercambiando proteínas y dividen sus funciones. Las proteínas se encuentran en unos orgánulos llamados endosomas, una suerte de tarjeta de memoria celular, que guarda la información de las células para que cada una sepa qué debe hacer. La clave de esta especialización radica en la capacidad de los endosomas para moverse a la izquierda o a la derecha de la célula madre de modo que sólo estén presentes en una de sus dos “hijas”. Si la información no se intercambia, las células se dividen con la misma información y nacen mosca sin pelo en el lomo. En este proceso es fundamental la acción de una proteína llamada Sara que les ayuda a agruparse hacia el mismo lado de la célula. Cuando las moscas fueron privadas del gen que regula Sara, nacieron moscas mutantes sin pelo en el lomo.
Precisamente, señalan los autores del estudio, detrás de este tipo de anomalías se encuentra el motivo de la aparición de ciertos tumores de cáncer en los seres humanos.