Un grupo de científicos anunció hoy avances en una nueva técnica que permite detectar la presencia de peces analizando el ADN residual que permanece en el agua tras su paso, lo que promete revolucionar el conocimiento sobre la vida y hábitos de las especies marinas.
Durante seis meses, los científicos recolectaron el ADN residual, denominado ADN medioambiental o eDNA (por sus siglas en inglés), dejado por distintas especies acuáticas en los ríos East y Hudson de Nueva York simplemente recogiendo un litro de agua a la semana.
Tras analizar el agua en busca de ADN, los científicos fueron capaces de conocer los modelos de migración de numerosas especies, su ausencia o presencia en las aguas y otra información clave sin tener que realizar capturas de especímenes como se hace en la actualidad.
Los científicos, auspiciados por la Universidad Rockefeller y que han publicado hoy en la revista científica PLOS ONE sus resultados, comprobaron que los datos recogidos por el análisis de eDNA se corresponden con los estudios realizados durante años con redes de arrastre.
El autor principal del estudio, el investigador Mark Stoeckle, declaró a Efe que cuando los peces nadan, dejan rastros de su ADN en el agua, ya sea porque se desprende de la capa gelatinosa que cubre sus cuerpos o por excrementos.
La consecuencia es que el ADN de esos animales permanece en el agua el tiempo suficiente como para que su detección tenga valor para los científicos.
"Nuestro trabajo ofrece un nuevo nivel de comprensión de la permanencia del ADN en el agua, que persiste a pesar de las corrientes y mareas con una calidad perfecta para la investigación", dijo.
"Si el ADN desapareciese con demasiada rapidez, no podríamos obtener un ejemplo significativo; y si persistiese durante demasiado tiempo, habría demasiado ADN en el agua como para que fuese útil para proporcionar información temporal", añadió.
Durante los seis meses del análisis en los que recogieron agua de los dos ríos que rodean Manhattan una vez a la semana, los científicos obtuvieron el ADN de 42 tipos de peces de las que el 81 % fueron especies conocidas por ser abundantes en esos lugares y el resto poco comunes.
Aunque Stoeckle afirmó que los resultados no desvelaron ninguna información realmente nueva sobre la migración de los peces, "de hecho eso son buenas noticias porque prueba que el eDNA es una buena técnica. Es increíble que podemos obtener la misma información de un pequeño vaso de agua que de una gran red llena de peces".
Una de las especies más detectadas por el análisis del ADN ambiental en los alrededores de la isla de Manhattan es el sábalo atlántico (Brevoortia tyrannus), un pez de la familia de los arenques que forma grandes bancos.
Pero Jesse Ausubel, de la Universidad Rockefeller y cofundador del Censo de la Vida Marina, un proyecto que durante una década catalogó toda la vida existente en los océanos, también señaló que la investigación reveló información inesperada.
Entre el ADN recuperado por los investigadores se encuentra el de especies que no existen en las aguas del East o Hudson, como la tilapia del Nilo o la lubina europea.
Ausubel explica la detección de este ADN por los hábitos alimentarios de los neoyorquinos. "Creemos que el ADN de estas especies pasó a través de humanos y el sistema de tratamiento de aguas residuales".
Por ello, Ausubel considera que la técnica del ADN ambiental también puede servir para identificar especies en peligro que son vendidas en los mercados y consumidas en hogares y restaurantes.
Preguntados sobre el futuro de esta técnica, los dos científicos señalaron que el siguiente paso será refinar el proceso para poder asociar números de individuos con la cantidad de ADN detectado, es decir la abundancia de una especie.
"Si en el futuro se puede determinar la abundancia de una especie a través del ADN ambiental extraído del agua, se podría utilizar para mejorar la lógica con la que se establecen las cuotas de pesca y la calidad y fiabilidad de su vigilancia en todo el mundo", terminó señalando Ausubel.