Fuente: Bernardo Pilatti
Román “Chocolatito” González perdió este sábado en el Madison Square Garden su invicto de 46 peleas, perdió el título de campeón CMB de las 115 libras y seguramente también perdió su primer lugar entre los mejores Libra por Libra del Planeta. Pero por increíble que parezca eso aún no fue lo más grave. La catástrofe mayor provino de las calificaciones de los jueces que consumaron un verdadero despojo contra el nicaragüense. Algo que merece encabezar nuestro comentario, ya que desde todo punto de vista no existe una explicación coherente que pueda justificar la victoria del tailandés Srisaket Sor Rungvisai. Un vencedor que, por su rostro al ser anunciada su victoria, se notó que fue el primer sorprendido con el resultado.
Necesariamente, tomando en cuenta la escandalosa diferencia que los jueces le otorgaron en la pelea previa a Carlos Cuadras en su victoria sobre David Carmona, es hora de que los organismos y las entidades de control trabajen en bien del boxeo atacando el peor de sus males: la forma reiterada con que se está calificando con tanta ineptitud en peleas con tanto en juego.
No puede ni debe un combate como el celebrado en el MSG, donde estaba en juego un invicto, un futuro record y quizás todo el éxito de una carrera, dejar en manos de dos personajes la decisión final en una pelea que todos lo vieron ganar, excepto los jueces. Además del desempeño del “perdedor” hubo cabezazos del “ganador” que merecieron una descalificación o en el mejor de los casos esa irregularidad ser tomada en cuenta a la hora de premiar a uno y otro.
Tal vez haya llegado la hora de que este tipo de peleas no se resuelvan basadas en la alucinada calificación de tres jueces que tal vez vieron otra pelea. Los organismos tendrán que asumir el costo de estos errores, solicitar disculpas y proceder como merecen las víctimas de este despojos: los boxeadores.
Pero veamos que pasó en la pelea, para entender la razón de nuestra crítica.
La primera defensa del título súper mosca del CMB para Román “Chocolatito” González fue más complicada y sufrida de lo esperado. Hay que reconocerlo. Se unieron varios factores para que el nicaragüense tuviera que “remar a contramano” y realizar un combate diferente a lo imaginado.
En primer lugar una caída, en la que si bien hubo mérito del rival, pudo ser accidental o por un descuido hasta obvio dado el desacople con el que Chocolatito empezó la batalla. La guardia zurda de Rungvisai fue su primer problema: le costó adaptarse a la misma. El segundo problema, fue la falta de una estrategia adecuada al tipo de boxeo que se sabía le iba a plantear el tailandés. Un hombre que trabaja adentro, perfilado con su derecha adelante y el brazo izquierdo muy atrás desde donde salen sus golpes más peligros. Chocolatito llegó sin ninguna herramienta para contrarrestar ese golpe y por el contrario aprovechar su pésima defensa. El tailandés lanza mucho, pero falla mucho y se expone en demasía. El nicaragüense demoró en descifrar lo obvio.
Pero hubo otros problemas, definitivamente las 115 libras son un territorio diferente para el poder de Chocolatito. Una especie de kriptonita que le baja el poder a sus golpes. Al igual que frente a Cuadras, sus golpes no conmueven y por el contrario solo consigue conmover mediante acumulación de golpes efectivos.
Pero a esos problemas, se sumó otro que fue fundamental: los cabezazos del tailandés. Muy temprano le abrió un corte profundo al nicaragüense que le obligó a disminuir en sus capacidades y le colocó una zona a disposición para que el rival golpea allí, sobre la herida. No fue uno, fueron unos cuantos los golpes con la cabeza. Apenas un punto se le descontó.
No obstante esas contrariedades, lo de Chocolatito fue heroico. Salió a llevárselo por delante después del tercer asalto y ya no paró. Absorbió golpeo duro y colocó golpes de poder en mayor volumen. Fue precisamente en el cuarto asalto que utilizó la mejor de sus herramientas: gancho y giro, gancho y giro. Ese trabajo envolvente, maquiavélico, que confunde a sus rivales y que al nicaragüense le permite destruirlos con una secuencia giratoria infernal. Siempre, tras el golpe, el rival quiere reaccionar y Chocolatito cambia de posición para volver a cortarle el aliento con un gancho a las costillas. El problema es que no insistió, lo hizo solo en el cuarto asalto. Fue un error.
Luego fue puro intercambio abierto y del bueno, al tú por tú, a pura emoción y en secuencias alucinantes de un lado y del otro. Fue en medio de vorágine, en el sexto asalto que nuevamente un cabezazo detuvo la pelea y le descontaron un punto al tailandés, que con ello se recuperó cuando peor estaba en la pelea.
Rugvisai mostraba una excelente condición física y por sobre todas las cosas increíble resistencia al castigo. Es su mérito. Chocolatito le llegó con golpes durísimos, pero sin insistir por la zona media. Cuando lo hizo lo conmovió. Era obvio que faltó experiencia en la esquina. Previamente creíamos que eso no sería necesario, pero hubo un momento del combate que a González no le llegaron las instrucciones adecuadas. Y atribulado por la sangre y los efectos de la herida, era de esperar que el nicaragüense necesitaba una voz de mando acertada. Chocolatito debió mantener la presión, debió buscar el giro hacia la derecha del rival para colocar allí los ganchos y romper su estabilidad al alejar aún más su izquierda larga. Pero se jugó a su instinto y con sus riesgos, como siempre.
Pero si bien esta no fue la mejor actuación boxística de Chocolatito, ella fue la más emocionante y la más meritoria. Tuvo que reponerse a una caída y recomponer toda su estrategia luchando contra los serios problemas que le crearon los cabezazos del rival. Y lo logró con creces.
Fue el que mantuvo el control del cuadrilátero, fue el más agresivo y fue el que conectó los mejores golpes. Los números son elocuentes y no dejan espacio a la duda. El nicaragüense en porcentaje de acierto supero al tailandés por 56 por ciento a 36 por ciento, mientras que en golpes lanzados esa diferencia fue favorable al perdedor por 43 a 30 por ciento.
Román González fue el vencedor sin sombra de dudas. Yo, al igual que muchos colegas, lo vi ganar por 115-111. Sin embargo, un juez (Waleska Roldan) calificó la pelea como un empate 113-113, mientras que Julie Lederman y Glenn Feldman vieron ganar a Srisaket Sor Rungvisai 114-112.
Ese resultado revivirá muchas polémicas, alimentará las suspicacias, interrumpe la senda victoriosa de quien aún ocupa el primer lugar entre los mejores del planeta e inaugurará otra de esas discusiones eternas sobre las reiteradas fallas de los jueces designados para una pelea de título. Una noche que, además, le coloca su primera mancha oscura a un año que prometía entrar a la historia como uno de los más emocionantes por la calidad de las peleas en agenda.
Tal vez y al final del día, el único consuelo sea que, pese al despojo, esta pelea hoy es la principal candidata a pelea del año. Lo cual no es poco, pero en honor a todo lo mucho que le despojaron al verdadero ganador, no sería mala idea que el CMB analizara hasta donde se puede justificar una injusticia como la ocurrida en la noche del MSG. Esperamos que lo hagan, en bien de la sagrada credibilidad que exige siempre este deporte.