Homenaje a Juan Bautista Arríen

Mi homenaje a Juan Bautista Arríen en el primer aniversario de su paso a la inmortalidad el próximo 9 de agosto.

Conocí a Juan Bautista Arríen en noviembre de 1976, en la Universidad Centroamericana, durante el seminario “La Educación en Nicaragua, Situación y Perspectivas”, patrocinado por el Instituto de Promoción Humana (Inprhu), cuyo informe final a manera de libro, Reynaldo Antonio Tefel lo titulara “Educación y Dependencia, El Caso de Nicaragua”.

Los autores de este libro, publicado en septiembre de 1977, seríamos Miguel Obando y Bravo, Mariano Fiallos Oyanguren, Juan Bautista Arríen, Guillermo Rosales Herrera, Edgard Macías Gómez, Douglas Stuart Howay y quien escribe.

El texto de Juan Bautista se tituló “La Educación Superior en Nicaragua” y el mío, “La Educación en Nicaragua: Un Caso de Educación para el Desarrollo del Subdesarrollo”. A partir de este encuentro, Juan y yo quedamos asociados en comunidad de intereses alrededor del estudio de la Educación Nicaragüense.

A septiembre de 1977, Juan Bautista había publicado su libro “Nicaragua en la Educación” en mayo 1977, que escribiera conjuntamente con Rafael Kauffmann, y yo en 1972, había ganado el Premio XXV Aniversario de la Editorial Paidós de Buenos Aires-Argentina, con el libro “Educación para la Modernización en Nicaragua”.

Después vinieron los años de la revolución y de nuevo con Juan Bautista volvimos a compartir trinchera. Esta vez no fue escribiendo libros, sino haciendo la revolución en el terreno educativo en el viceministerio de Planificación y Política Educativa. Él cómo director de la Dirección de Planificación y yo como viceministro. En ese lugar, como en yunta, encabezamos la Consulta Nacional para definir Fines, Principios y Objetivos de la Nueva Educación; la implantación de los Talleres de Evaluación, Programación y Capacitación Educativa (Tepces) y la promoción de un modelo de Planificación Participativa de la Educación.
Años más tarde, en 1995, Xavier Gorostiaga siendo rector de la UCA puso en manos de Juan Bautista la idea de crear en Nicaragua el capítulo nicaragüense del Programa de Promoción de la Reforma Educativa en América Latina (Preal), organismo que después, por problemas de concepción sobre el papel de la educación como proceso de reproducción social en el capitalismo, sirvió de explicación negativa para crear una entidad ideológicamente diferente, más ligada a una pedagogía para el cambio y la transformación social llamada Instituto de Educación de la UCA (Ideuca).
Mientras el Preal y sus organismos periféricos en cada país de la región promovían la privatización de la educación pública con proyectos similares a la Autonomía Escolar y a la articulación entre la educación y las necesidades empresariales privadas,  especialmente con las instituciones de la Educación Técnica y la Educación Superior; el Ideuca tenía como divisa la defensa del Derecho a la Educación de las poblaciones empobrecidas, por eso es que en su seno surgió un organismo como el Foro de Educación y Desarrollo Humano de la Iniciativa por Nicaragua.
Para acompañarle en esas batallas, Juan Bautista quiso recuperar nuestra vieja historia de los años de la revolución en el Ministerio de Educación, invitándome a acompañarle en aquella aventura del espíritu, que significaba fundar un organismo académico dedicado a investigar la educación nacional y dictar cursos de capacitación para maestros en todos los rumbos del país.
En el Ideuca de nuevo los libros volvieron a ser el cemento que sellara nuestra amistad como si de una roca se tratara. En 1997, fue “Nicaragua: la Educación de los noventa: desde el presente pensando el fututo”, obra escrita por Juan Bautista, Xavier Gorostiaga, Carlos Tünnermann, Rafael Lucio y quien escribe. Después entre 1998 y el 2000, Juan Bautista, Rafael Lucio y yo, escribimos y publicamos “La Educación y la Reforma de la Educación en cinco países centroamericanos”; “La Educación en Nicaragua entre siglos, dudas y esperanzas” y “Nuevos modos de pensar y hacer educación”.
A Juan Bautista le gustaba unir su pluma de guerrero a la de sus compañeros de oficio. Así fue con Rafael Kauffmann en los años setenta del siglo pasado y después con Roger Matus Lazo a fines de los años ochenta con la obra “Nicaragua: Diez años de Educación en la Revolución” y también conmigo en los años 2001 y 2002 con nuestras obras “Educación y Pobreza en Nicaragua: las apuestas a la esperanza” y  el libro “Contribución de los organismos de la Sociedad Civil a la transformación de la educación nicaragüense”.
Los libros, siempre los libros, para siempre los libros entre Juan Bautista Arríen y yo.
Miguel de Castilla