La respuesta a esta pregunta es compleja y difícil, pero no imposible. Yo he concluido que no puede ser una sola. Cada cabeza es un mundo y depende del fragmento de ese mundo que conozcamos y la forma en que estemos dispuestos a verlo. Puede ser por simple vanidad e ignorancia, pero puede ser también por grosera complicidad.
Ignorar qué hay detrás de la presea, o a sabiendas de ello pretender lucirla como si diera lustre a nuestra carrera, son dos escenarios posibles. En ambos casos, sin embargo, resulta vergonzoso.
¿Pero, qué hay detrás de los premios SIP?
La respuesta es, la SIP.
La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), es una asociación de propietarios, editores y directores de periódicos y revistas de América. Si algún periodista se siente o se sintió representado allí, debo subrayar que por ningún lado y en ningún momento de su historia la SIP ha contemplado incluir a los periodistas en su asociación. Eso resulta impensable, un absurdo tan grande como si empezaran a repartir acciones y consensuar en la sala de prensa por voto mayoritario sus políticas informativas.
Es obvio que desde sus inicios la SIP definió bien sus intereses, y estos son simple y llanamente, los de los grupos económicos propietarios de los grandes medios informativos. Un breve repaso histórico nos revela vergonzosos capítulos de esta cámara de empresarios de medios de comunicación de las Américas que, con poquísimas excepciones, nunca tuvo el menor pudor para respaldar dictaduras como las de Pinochet en Chile o la dictadura militar en Argentina, porque simplemente aquellas atrocidades eran compatibles con sus intereses.
Por muchos años la SIP fue la caja de resonancia, a través de sus medios, de la prensa de norteamericanos en la definición de sus estilos, enfoques y agenda informativa. Los medios estadounidenses a su vez no eran más que correas de transmisión del gobierno de turno en Washington y su política que generó cuanto golpe de estado registra la historia latinoamericana.
Si ayer la SIP estuvo dispuesta a aliarse con las dictaduras más atroces de América Latina, hoy reacciona dolida y repele a cuanto gobierno de izquierda aparece en la región. De nuevo aquí se trata de un asunto de intereses. Chile padecía con Pinochet brutales violaciones a los derechos humanos, crímenes, desapariciones y cero libertad de expresión, pero esto nunca fue problema para la SIP que solo empezó a cuestionar estos temas en Chile cuando llegó Michelle Bachelet al poder.
Hoy la SIP no ha cambiado mucho desde su creación en 1943. Sus intereses hoy como ayer no tienen nada que ver con los intereses de un periodista y la calidad informativa no es el objeto de sus premios. Como buenos empresarios reconocen el buen trabajo de sus empleados sobresalientes. Obviamente la lupa calificadora tiene sus siglas con todo el lastre oscuro y deleznable acumulado en más de 70 años.
Por: Erving Vega