La tentación estaba servida en bandeja para Javier Báez.
Pero la prudencia del jugador puertorriqueño prevaleció en el primer desafío de esta postemporada para los Cachorros de Chicago cuando en el sexto inning del partido del viernes contra los Nacionales de Washington, a un elevado de Ben Zobrist al jardín central, desistió de un pisa y corre desde segunda base.
Báez se fio en el “efecto Bryzzo”, y los vigentes campeones de la Serie Mundial enseñaron las garras de un equipo que ahora es más peligroso por otra virtud: su experiencia en las refriegas de octubre.
Sin hits hasta el sexto, y maniatados por el abridor de los Nacionales Stephen Strasburg, Chicago exhibió su letal oportunismo. Báez abrió la entrada al embasarse gracias a un inusual error del tercera base Anthony Rendón y avanzó a segunda tras un toque de sacrificio del pitcher Kyle Hendricks.
Luego del elevado de Zobrist, los hits remolcadores de Kris Bryant y Anthony Rizzo adelantaron a los Cachorros rumbo a la victoria 3-0 en el primer juego de la serie divisional de la Liga Nacional en Washington.
La fulminante secuencia no sorprendió a Báez al resaltar el detalle que tanto Bryant como Rizzo se habían ponchado tirándole en sus primeros dos turnos ante Strasburg.
“Todos nos habíamos ponchado, pero tenemos la seguridad que podemos cambiar el juego con un solo pitcheo”, dijo Báez a The Associated Press. “Este es el tercer año corrido que llevo en postemporada. Las emociones son grandísimas. Estaba un poco desesperado en hacer mis ajustes, pero me relajé”.
Fue lo que hizo ante la primera oportunidad de anotar que tuvieron los Cachorros.
“En el fly al central quería atacar, pero me fijé en los que venía detrás y decidí quedarme en la base”, confesó.
La secuencia ilustró el impacto de los tres jugadores de Chicago que figuraron en el Top 10 de las camisetas más vendidas en las Grandes Ligas — Bryant (2), Rizzo (3) y Báez (10).
Rizzo evocó el primer juego del pasado octubre, en el que Báez fue el encargado de marcar la pauta con un jonrón ante Johnny Cueto en el triunfo 1-0 contra San Francisco en la serie divisional.
“Confiamos inmensamente en cada uno de nosotros”, afirmó Rizzo. “Sabemos que alguien va a responder en algún momento. ¿Se acuerdan de ese primer juego el año pasado? Se lo dije a Javy. ‘se va a repetir la historia, y cuidado que vas a tener que sacarla para ganar 1-0’”.
No fue necesario batear un jonrón, pero Chicago demostró la clase de solvencia que no tuvo en la primera mitad de la temporada regular —en la que acusó la resaca de la conquista de la Serie Mundial para acabar con una sequía de 108 años.
Para asombro generalizado, al 15 de julio, los Cachorros llegaron a rezagarse a cinco juegos y medio detrás de Milwaukee en la división Central. Su manager Joe Maddon se las ingeniaba para buscar soluciones, como cuando puso a Rizzo como primer bate. Tuvieron que dar de baja al receptor venezolano Miguel Montero cuando abiertamente achacó a la moción del pitcher Jake Arrieta como responsable de un juego en el que fueron víctimas de siete robos de base.
Una de las consecuencias del persistente letargo fue que solo un jugador de los Cachorros — Wade Davis — fue seleccionado al Juego de Estrellas, y ese representante ni siquiera formó parte del equipo campeón, ya que fue adquirido en un canje.
“Mejor así”, indicó a AP el receptor venezolano Willson Contreras, quien acaba de cumplir su primera campaña completa en las Grandes Ligas. “El receso del Juego de Estrellas nos refrescó bastante. Ninguno de nosotros fuimos y pudimos hacer lo que hicimos en la segunda mitad”.
Lo que hicieron fue liderar las mayores con 423 carreras anotadas tras la pausa, convirtiéndose en el primer campeón defensor de la Serie Mundial que revalida el título de su división desde los Filis de Filadelfia en 2009.
Pero fue algo que costó. No fue hasta el 12 de agosto que dieron alcance a los Cerveceros y debieron fajarse en septiembre para asegurar el primer lugar. El ganar tres de los cuatro juegos de una serie en el Miller Park acabó por darle tranquilidad a los Cachorros de que iban a poder regresar a los playoffs.
Ahora son un equipo avezado y con un instinto despiadado, todo gracias a la experiencia.
“No me importa lo que diga la gente, (pero) teníamos presión el año”, señaló Rizzo. “No fue algo que realmente permitimos que nos afectara. Pero viéndolo en perspectiva, la presión era inmensa. Acabar con una maldición, de la manera cómo lo hicimos, los equipos que superamos. No creo que será más fácil esta vez, pero creo que estamos blindados para ello y creo que estamos dispuestos para ello”.