Lo primero es su físico regordete que no compagina con las musculaturas que priman en los camerinos del béisbol de Grandes Ligas. José Ramírez se asemeja más a un jugador de una liga de softbol de barrio.
Fíjense en su personalidad: alguien bullicioso, usualmente el que arma la fiesta. Y su distintiva forma de caminar, balanceando los brazos, mirada al frente — el pavoneo de alguien con un clara determinación.
Al reunir todas esas características, el segunda base dominicano de los Indios de Cleveland no parece ser una típica estrella del béisbol. Es otro José normal.
No se engañe.
“Es un torbellino”, dijo el manager Terry Francona.
Dueño de un sorprendente poder, Ramírez viene de una temporada en la que fue titular por primera vez en un Juego de Estrellas, se transformó en uno de los bateadores más peligrosos y se convirtió en ídolo en Cleveland. Es una de las principales razones de que los Indios, que serán anfitriones del ganador del juego de comodines de la Liga Americana tras una campaña regular de 102 victorias, son señalados como favoritos para repetir en la Serie Mundial.
Ambidiestro e intrépido, Ramírez se metió en la discusión por el premio al Jugador Más Valioso tras una temporada en la que lideró las mayores con 59 dobles y empató con Giancarlo Stanton de Miami por el primer puesto en extrabases (91) y parecía estar en todo rally ofensivo de Cleveland.
Ramírez ha hecho cada cosa — y todo — lo que los Indios le han pedido.
Si bien el torpedero Francisco Lindor es el nuevo rostro de la franquicia de Cleveland, Ramírez es el alma y corazón.
"Ha bateado tercero, cuarto, quinto, quizás hasta sexto, séptimo y octavo”, comentó el manager Terry Francona. “Produce carreras. Juega en el jardín izquierdo, tercera base y segunda base. A fuerza de trabajo arduo se ha convertido en uno de los mejores peloteros del momento y nos sentimos muy orgullosos de él. Nadie le regaló nada. Se lo ganó”.
Se podría pensar que Ramírez que salió de la nada, pero la travesía del jugador de 25 años que nació en Baní a las Grandes Ligas es digna de un libreto de Hollywood.
Tras dejar los estudios a los 14 años para hacer realidad sus sueños como pelotero, Ramírez firmó con los Indios cuando tenía 17 años, recibiendo 50.000 dólares. Subió en su sistema de ligas menores y debutó con el equipo grande en 2013. Hace dos años, se ganó la titularidad del campocorto en la pretemporada, le fue mal, fue desplazado por Lindor y lo enviaron de vuelta a las menores.
Iba a ser un utility en 2016, pero cuando el estelar jardinero Michael Brantley no se recuperó tras una cirugía del hombro, los Indios pusieron a Ramírez en el bosque izquierdo, donde se destacó antes de pasar a la tercera base en los últimos dos meses tras desprenderse de Juan Uribe.
Ramírez bateó para .312 en la temporada regular y para .310 en la Serie Mundial. El pasado marzo, los Indios le ataron con un contrato de 26 millones de dólares y cinco años.
Ha sido incontenible esta temporada.
“Es fantástico”, dijo el manager de los Reales de Kansas City Ned Yost el mes pasado. “No hay otro jugador que me haya impresionado más él, por su historia, el pensar que era otro del montón, para llegar a lo que es hoy. No puedo compararlo con nadie en la liga. Lo suyo ha sido increíble. No es obra de la casualidad, es alguien auténtico”.
Los fanáticos de los Indios le adoran, dedicándole un cántico cuando acude a tomar un turno al bate en el Progressive Field. Retumba un "José, José, José, José”, seguido por "Olé, olé, olé, olé", muy propio de los estadios de fútbol.
Luego que Ramírez conecta un doble entre el jardín izquierdo-central y llega a la segunda base, el eco de los gritos "¡MVP! ¡MVP! ¡MVP!” se hacen sentir por todo el parque.
Se puede plantear un sólido argumenta a favor de Ramírez y su consistencia. Probablemente termine detrás de José Altuve (Houston) y Aaron Judge (Yanquis) y quizás el puertorriqueño Lindor, quien está feliz de que su compañero reciba un merecido reconocimiento.
“Es fenomenal”, dijo Lindor. “Hay momentos en la cueva en la que te dice, 'voy a dar un jonrón’ y va al plato como si nada, hace swing y conecta un jonrón o un doble. Uno cree que está feliz con un doble y está enojado. Te mueres de risa viéndole”.
Divierte a todos. Ramírez está en todas en el camerino de Cleveland, donde se le puede encontrar retando a un compañero para jugar el video juego “Mario Kart”, un juego de cartas o bromeando con cualquiera.
Nadie se salva, y nadie se enoja.
“No habla un inglés fluido, pero se nota el cariño que todos le tienen”, comentó Francona. “No hay hablar el idioma para pasarla bien con compañeros como él”.
Al celebrar su más reciente cumpleaños, los compañeros de Ramírez decoraron su casillero y le dieron un pastel adornado con dos velas — con los números 25 y 30 — en broma a su origen dominicano, donde la edad precisa de los jugadores siempre está en duda. Ramírez curiosea el pastel y se echa a reír cuando el relevista Shawn Armstrong le pregunta su edad correcta.
“Treinta y cinco dominicanos”, replica Ramírez, haciendo un guiño.