El desierto de Atacama, en Chile, está considerado como el lugar no polar más seco de la Tierra. Cuenta con el récord al emplazamiento en el que más tiempo ha transcurrido sin llover. Ocurrió a principios del siglo XX, cuando pasaron 173 meses sin caer ni una sola gota de agua. Sin embargo, hasta en el más seco de los lugares llueve de vez en cuando. Y, cuando lo hace, la vegetación reacciona a ese mínimo estímulo acuoso, sembrando sus suelos agrietados con un colorido manto de flores.
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Este fenómeno, conocido como desierto florido, causa la fascinación de los científicos, pero también del resto de los mortales. Cuando ocurre, ciudades chilenas, como Copiapó, se llenan de turistas dispuestos a ver cómo la naturaleza se abre paso en este lugar inhóspito.
¿Pero por qué ocurre? Esta es una pregunta que se han realizado numerosos naturalistas durante siglos. Poco a poco han ido dando respuestas. Como que parece estar asociado al fenómeno de El Niño. Por eso precisamente es difícil de predecir con tiempo cuando salen las flores. Otros desiertos del mundo tienen fenómenos similares, pero con periodos de floración anuales, muy bien establecidos. En este caso, sin embargo, depende de cómo se haya portado El niño en los últimos meses.
Historia de las flores en el desierto de Atacama
Los primeros científicos que estudiaron el fenómeno del desierto florido fueron los botánicos españoles Hipólito Ruiz López y José Antonio Pavón y Jiménez, quienes recolectaron varias muestras de flores del desierto de Atacama durante la conocida como Expedición Botánica al Virreinato de Perú, en 1777.
Años después, sus hallazgos llegaron a oídos del naturalista francés Claudio Gay, quien en 1831 puso rumbo a Chile para estudiar él mismo el fenómeno. Desgraciadamente, ese había sido un año de sequías, por lo que no le quedó más remedio que aprovechar el viaje estudiando cactus.
Pero no se rindió. Cinco años más tarde volvió a aquellas tierras y esta vez sí tuvo la oportunidad de ver aquel manto de flores rosas, blancas, moradas y amarillas que cubrían el desierto de Atacama. Con el tiempo, otros científicos han seguido analizando las circunstancias que llevan a esta curiosa floración. Incluso en 2020 se publicaron varios estudios sobre la interacción de estas plantas con la microbiota del suelo.