Endemoniados hijos de dos mujeres, quienes eran buscadas intensamente por autoridades de Argentina; confesaron haberlas matado en un ritual satánico para luego tirar sus cuerpos dentro de un pozo
Según detallan las autoridades, Esther, de 41 años, y Sara Castro, de 39, las habían reportado como desaparecidas; sin embargo, los presuntos autores de los crímenes habrían dicho que las arrojaron en un profundo pozo de agua de más de 50 metros ubicado en el patio de la vivienda.
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Los hijos de las víctimas, dos jóvenes de 29 y 24 años, confesaron haberlas asesinado. Están detenidos e imputados por homicidio calificado y homicidio en concurso real.
Según contó una vecina del lugar, una de las mujeres había advertido que “algo malo iba a pasar”.
Trágica vida de una familia en Argentina
Los vecinos aseguraron que en la casa vivían más de diez personas, entre adultos, adolescentes, niños y bebés. Y que el pasado jueves vieron cómo los acusados armaron una enorme fogata en el patio de la cual desprendía un olor nauseabundo.
Además, dijeron que allí realizaban ritos satánicos y que desde hacía varias noches es escuchaban rezos extraños y alabanzas.
Igualmente, señalaron también que en las ventanas se venían crucifijos extraños y sostuvieron que los integrantes de la familia eran “agresivos”.
Cuando allanaron la casa, los investigadores de Argentina encontraron palas, machetes, hachas y una maza con manchas de sangre. Una de las hipótesis que manejan es que podrían haber desmembrado los cuerpos para luego ser arrojados al pozo.
En el lugar trabajan bomberos, efectivos de la Policía de Córdoba; además de División Canes, personal del Departamento Unidades de Alto Riesgo (Duar) y Policía Científica.
Según contaron los mismos vecinos a los medios locales, el padre de las mujeres desaparecidas habría fallecido hace siete meses y circula la versión de que el hombre habría abusado de sus hijas. Producto de la violación habrían quedado embarazadas. Sus nietos, de acuerdo a lo relatado, habrían padecido los mismos abusos.
Los habitantes del barrio aseguran que nunca se animaron a denunciar lo que ocurría en el interior de la vivienda porque “estaban amenazados”; pero que la situación se descontroló aún más tras el fallecimiento del padre.