Antonio Sena pilotaba un avión rumbo a una mina ilegal en el estado Pará (región amazónica de Brasil), cuando el motor se paró y en pocos minutos el aparato se precipitó a tierra el pasado 28 de enero. El piloto salió ileso, pero se vio en medio de la selva, donde pasó 38 días antes de ser rescatado, recoge AFP.
Tras estrellarse, salió del avión tan rápido como pudo y tomó "todo lo que fue útil": una mochila, 3 botellas de agua, una bolsa de panes, 4 gaseosas, cuerda y un kit de emergencia con navaja multiuso, linterna y dos encendedores.
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Durante los primeros 5 días, oyó a los equipos de rescate aéreo buscándolo, pero no logró enviarles ninguna señal debido a la extensa vegetación en el área.
Gracias al GPS de su celular determinó su ubicación y planeó una ruta hacia dos pistas de aterrizaje, lugar de posible presencia humana. Caminó decenas de kilómetros por las profundidades de la selva, sació su hambre con las mismas frutas que los monos e ingirió tres huevos azules de tinamú, el único recurso de proteína en esos días.
"Había agua, pero no comida y era vulnerable, expuesto a depredadores como el jaguar, el cocodrilo o la anaconda", contó Sena. Durante su periplo perdió 25 kilos de peso.
Un día Sena escuchó algo ajeno a la selva, una motosierra a la distancia. Al día siguiente volvió a escucharla y caminó en esa dirección, hasta que dio con un campamento de recolectores de castañas y encontró su salvación. Una vez fuera de peligro, prometió dejar de participar en actividades económicas ilícitas.