"No duele nada, es como cualquier otra vacuna", dice Gladys Myriam Aramayo (49), enfermera y supervisora en la Unidad de Terapia Intensiva (UTI) del Hospital Rivadavia, Ciudad de Buenos Aires. Está contenta, porque este martes 29 de diciembre, primera jornada de la campaña nacional de vacunación, acaban de aplicarle la dosis inicial de la vacuna rusa Sputnik V contra el coronavirus. Finalmente llegó el momento más esperado por los trabajadores sanitarios.
"Hoy es un día muy feliz para nosotros, después de tantos meses de lucha y trabajo en la primera línea. Estamos esperanzados en el éxito del operativo de vacunación, y ojalá se extienda a toda la población", comenta Aramayo. El plan federal de inyecciones, calificado por el Gobierno de Alberto Fernández como "el más importante de la historia argentina", comenzó a las 9:00, tal como estaba previsto, durante una calurosa mañana veraniega.
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"Se juntaban grupos de a cinco personas y se preparaban las dosis, porque había que sacarlas del frío. En el lapso de media hora esas personas se iban vacunadas", repasa Gladys para RT. La entrevistada destaca que la organización fue satisfactoria, y que todo quedó registrado en un sistema informático. También se lleva una libreta de vacunación, diseñada especialmente para la pandemia, donde el proceso queda certificado.
"Nos sentimos privilegiados de poder recibir las primeras inyecciones", celebra. Y, ante la consulta de este medio, contesta: "Por supuesto que confiamos en la efectividad de la vacuna, ahora esperamos la segunda dosis".
Esta profesional, de larga experiencia en el oficio, remarca que los beneficiarios no necesitan prepararse de ninguna forma particular para recibir la aplicación. Solo hay que colocar el brazo.
"Después de tantos meses de trabajo duro, es un aire de esperanza. El primer paso para la salida de la pandemia", concluye.
"Por los que no llegaron a vacunarse"
Los trabajadores siguen pasando para recibir la Sputnik V, todos de forma voluntaria y con mucho entusiasmo. Juan Carlos Abregu (56), un conocido sanitarista del Rivadavia, fue el primer camillero del hospital en sentir la aguja: "A las 9:30 me vino a buscar la jefa de la guardia, y me vacunaron. Gracias a Dios pude llegar, después de pelearla todo el año acá", cuenta.
Este experto en asistir a seres humanos, con 30 años de experiencia en ese centro de salud, no olvida que su objetivo "es seguir ayudando a los enfermos". Igualmente, no esconde que "el trabajo de cada día es a veces agotador". Y es que Carlos, a pesar de sus tres décadas de trayectoria, no vacila en declararse un novato en pandemias.
"Confiamos en la vacuna. Nos va a hacer bien y vamos salir de esto", visualiza. De todos modos, más allá del optimismo, hoy tiene sensaciones encontradas: "Por ellos, por los que no llegaron a vacunarse, uno también tiene dolor. Una pena". Sin embargo, Abregu no tiene tiempo para emocionarse, ni para seguir charlando. Tiene que seguir atendiendo a los enfermos.
"Estamos conmocionados"
En el hospital Vélez Sarsfield de la capital argentina también está soleado. Repentinamente, todo parece estar un poco más claro.
"Estamos conmocionados, hoy tal vez nos empiezan a colocar la vacuna. Te da un poco de esperanza para tener anticuerpos". La que habla es Marcela Alejandra Sánchez, enfermera en el sector de terapia intensiva destinado a casos positivos de covid-19. Es lo que llaman ellos "la trinchera", en una batalla muy desigual donde la humanidad viene perdiendo.
"Fuimos personal de primera necesidad, que estuvo al pie del cañón. Perdimos a muchos compañeros", subraya. Y suma: "La vacuna me genera incertidumbre, pero a la vez esperanza". Así, en su hogar, la llegada de la Sputnik V podría cambiarlo todo: "Mi marido y yo fuimos portadores del covid, él es enfermero en el hospital Pirovano. Los dos queremos vacunarnos, para comprobar que nos puede ayudar".
Aumentan los contagios
Entre tanto, los trabajadores consultados coinciden en que, por ahora, la situación en las salas de internación para casos graves está mucho más calmada que en meses anteriores. Sin embargo, con la llegada de las fiestas y el aumento de los descuidos, los contagios están volviendo a crecer: el domingo se registraron 5.030; el lunes, 7.200; y el martes, 11.650. A nivel general, Argentina contabiliza 1,6 millones de casos positivos de coronavirus y más de 43.000 muertes.
Con ese marco, el Gobierno peronista comenzó distribuyendo el primer lote de 300.000 dosis rusas entre los trabajadores de la salud, y priorizando a aquellos que desempeñen tareas más expuestas al virus. Para enero se espera que Moscú envié 5 millones y en febrero otros 14,7 millones. De esta manera, el Ejecutivo busca cubrir la vacunación de 10 millones de personas en el primer trimestre, ya que la Sputnik V requiere dos aplicaciones.
Según el Ministerio de Salud, Argentina ya firmó contratos para recibir 51,5 millones de dosis de forma gradual, lo cual incluye acuerdos con AstraZeneca —por 22 millones— y el Fondo de Acceso Global para Vacunas Covid-19 (COVAX, por sus siglas en inglés). En el Plan Estratégico publicado por el Ejecutivo se lee que para abastecer a la "población objetivo" —empleados sanitarios, adultos mayores, fuerzas de seguridad, personas de grupos en riesgo, trabajadores de la educación y otros segmentos relevantes— se requieren 54,4 millones de dosis. Por ello, avanzan las negociaciones con otros laboratorios.