Dos décadas después, Eta recuerda la vulnerabilidad de Honduras

huracan eta

Tegucigalpa – El paso del huracán y posterior depresión tropical Eta por el territorio hondureño, puso en evidencia, una vez más, los efectos del cambio climático, su impacto en el medio ambiente y la vulnerabilidad de esta nación centroamericana, ubicada entre los cinco países más vulnerables del mundo, impactado en las últimas dos décadas por fenómenos extremos que van desde intensas lluvias hasta fuertes sequías, últimas concentradas en el llamado corredor seco centroamericano.

 

Las secuelas de Eta reeditan en el imaginario de los hondureños dos meteoros de impacto, el huracán Fifí de 1974 y el huracán Mitch en 1998, así lo relatan en los testimonios los sobrevivientes a estos dos fenómenos, en especial en el litoral atlántico en donde las inundaciones en el Valle de Sula y su impacto en ciudades como La Lima, Choloma, San Pedro Sula y Pimienta, por citar algunas, han sido devastadoras y de daños inimaginables. La pesadilla se instaló nuevamente entre los damnificados.

Las imágenes que salen a la luz pública discurren entre el drama de los damnificados, la evacuación de personas, la gente subida en los techos esperando el rescate y soportando sol, lluvia, frío, hambre y sed, en un intento por sobrevivir a la desgracia. Cuando bajen las aguas y los cuerpos de socorro logren penetrar a todas las zonas inundadas, se podrá tener una dimensión más exacta de los daños materiales y posiblemente de víctimas que no pudieron salir ante la embestida de las aguas. Ese es el temor de muchos damnificados y algunos expertos.

 

La riada fue tan fuerte que no hubo tiempo. Los relatos de los sobrevivientes que han sido rescatados indican que todo ocurrió en minutos, incluso a diferencia del huracán Mitch, cuando la gente pudo salir al bulevar que de La Lima conduce a San Pedro Sula, en esta ocasión, eso no ocurrió porque las aguas coparon todo espacio posible de salida.

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Las otras imágenes presentan el drama del luto, las primeras muertes por deslizamientos o aludes, el daño en la infraestructura física y en los cultivos, últimos que este año habían sido extraordinarios, como nunca, y prometían, en medio de los efectos del coronavirus a la economía, un pequeño aliento de sobrevivencia a los agricultores.

 

Los expertos señalan que la fuerza de Eta se encontraba en sus bandas cargadas de una cantidad descomunal de agua que se hizo sentir en la mayoría de los países centroamericanos, pero Honduras fue como el “corazón” donde se concentró la descarga de las lluvias. Como el Mitch, Eta trastoca todo el territorio hondureño, los reportes de llenas, inundaciones, zonas incomunicadas, luto y dolor se presentan por doquier, a excepción de la capital hondureña, Tegucigalpa, donde los daños fueron menores y manejables.

Entre los cinco más vulnerables

Los especialistas señalan que estos fenómenos serán cada vez más frecuentes y recurrentes en el país, pues es uno de los cinco países más vulnerables al cambio climático, entendido éste como la variación global del clima de la Tierra. Esta variación se debe a causas naturales y a la acción del hombre y se produce sobre todos los parámetros climáticos: temperatura, precipitaciones, nubosidad, entre otros, a muy diversas escalas de tiempo.

 

Nabil Kawas, director del Instituto Hondureño de Ciencias de la Tierra, de la estatal Universidad Nacional Autónoma de Honduras, advirtió con la llegada de Eta que éste afectaría todo el territorio nacional y que los 298 municipios del país son altamente vulnerables, indicando que el país sigue sin tener las capacidades deseadas en el manejo de gestión de riesgos. “No habrá un lugar de Honduras donde Eta no impacte”, dijo en conversación con Proceso Digital, el decano.

El último reporte del Índice de Riesgo Climático, que elabora la oenegé alemana Germanwatch, indica que el nivel de exposición y la vulnerabilidad a los fenómenos climáticos o extremos debe ser entendido por los países como una advertencia para estar preparados para eventos climáticos más frecuentes o severos en el futuro.

Las tormentas y sus consecuencias directas—precipitaciones, inundaciones y deslizamientos de tierras—serán muy frecuentes, según el Índice de Riesgo Climático, que ubica a Honduras entre los cinco países más vulnerables del mundo, y advierte que los ciclones están asociados al cambio climático y éstos serán cada vez más severos y aumentarán con cada décimo de grado en el aumento de la temperatura en su promedio mundial.

 

Los países más afectados en el período 1998–2017, según el Índice Riesgo Climático fueron: Puerto Rico, Honduras y Myanmar, identificados como las naciones más afectadas en este período de 20 años. Les siguen Haití, Filipinas y Nicaragua.

Honduras y Myanmar siguen siendo entre los tres países más afectados en las últimas dos décadas. Estas clasificaciones se atribuyen a los eventos excepcionalmente devastadores como el huracán Mitch en Honduras. Del mismo modo, Myanmar se ha visto muy afectado, sobre todo por el ciclón Nargis en 2008, responsable de una pérdida estimada de 140 000 vidas y de los bienes de aproximadamente 2,4 millones de personas. En términos relativos, los países en desarrollo más pobres son golpeados mucho más severamente, señala el reporte del Índice de Riesgo Climático.

En fase reactiva

Las proyecciones para Honduras indican que el país perderá parte de sus zonas costeras a medida que el mar avanza a recuperar lo que estima es su territorio. Una de esas regiones expuestas es la comunidad de Cedeño, en el pacífico hondureño, donde el mar se ha adentrado tanto que ya no se encuentran casas o centros de negocios de antaño. A medida que el mar avanza, la gente se desplaza y las zonas que antes fueron habitadas, hoy ya no existen. Cedeño se ubica en el municipio de Marcovia en el sureño departamento de Choluteca.

 

En el caso del huracán y posterior tormenta tropical Eta, éste vino a reflejar que dos décadas después, específicamente hace 22 años tras el paso del mortífero meteoro Mitch, Honduras sigue siendo vulnerable y que, en materia de gestión del riesgo, nunca ha pasado de la etapa reactiva, pese a la cantidad de recursos destinados para mitigar los efectos del cambio climático y los desastres que provocan los fenómenos naturales.

Iván Morales, especialista en desarrollo sostenible y gestión de riesgos, dijo en una reciente conferencia dirigida a periodistas de Guatemala, Honduras y El Salvador, en el marco del Ciclo CAP, de formación a periodistas, que una gestión del riesgo se caracteriza por tres fases: Reactiva, Correctiva y Prospectiva.

La etapa Reactiva, implica la preparación y respuestas a la emergencia, la Correctiva, se refiere a la adopción y medidas de acciones de manera anticipada para reducir los riesgos ya existentes, en tanto la Prospectiva implica abordar medidas y acciones en la planificación del desarrollo para evitar que se generen nuevas condiciones de riesgo.

 

Los países centroamericanos, según Morales, se vuelven cada vez más vulnerables frente a los embates del cambio climático y los fenómenos naturales, de ahí que el istmo esté frente a “multi-amenazas” porque se combinan diversos tipos de eventos: lluvias, terremotos, sequías y en cualquier momento los países pueden ser impactados por una o varias amenazas.

En el caso de Honduras, veintidós años después del paso del Mitch, el país enfrenta varias de estas amenazas múltiples: la pandemia del coronavirus, la epidemia de dengue y ahora las secuelas dejadas por Eta. La vulnerabilidad sanitaria y de riesgo siguen reflejando las falencias institucionales de gestión de riesgo y la ausencia de políticas públicas.

Proyecciones climáticas

Un informe de la estatal Agencia para el Desarrollo de Estados Unidos (USAID) de 2017, indica que el perfil climático del país, evidencia que el cambio climático aumentará la frecuencia y gravedad de la escasez de agua y de los riesgos climáticos, ejerciendo mayor presión a la capacidad del gobierno de ocuparse de los obstáculos ante el desarrollo, incluyendo la extrema desigualdad, los bajos niveles de educación, la degradación medioambiental aguda, y el aumento de la delincuencia y la violencia.

 

Las proyecciones climáticas en ese informe se hacen en rubros cruciales como la energía, las condiciones hídricas, la salud, entre otros. A nivel de la salud humana, por ejemplo, se indica que, al reducir la calidad y la disponibilidad del agua, mejorar la condiciones para la proliferación de enfermedades transmitidas por agua y por vectores, y al agravar la inseguridad alimentaria y la malnutrición, los cambios climáticos amenazan con revertir el progreso significativo que ha hecho Honduras en el sector de la salud. Esto, hasta antes de la llegada de la pandemia de la COVID-19.

Se estima que cerca de 1.5 millones de hondureños sufren de hambre en algún momento de cada año, un indicador que tiende a profundizar, tras los pronósticos post pandemia y que ahora abarcan también los efectos post Eta. La producción de alimentos se verá afectada por el cambio climático y las altas temperaturas amplían el ámbito para algunas enfermedades de transmisión vectorial.

 

De acuerdo con el último reporte de Copeco, más de 1.7 millones de hondureños han sido afectados por el meteoro Eta, cerca de 26 muertos, cuya cifra podría aumentar, y numerosos daños en infraestructura y cultivos agrícolas. El monto estimado de pérdidas sigue siendo incuantificable ya que la dimensión de la tragedia apenas comienza a ser visible y a registrarse, informó el medio local Proceso Digital.