Augusto Nicolás Sandino, el apóstol nicaragüense de la previsión martiana

sandino

En un contexto en que la soberbia imperialista renueva sobre América Latina la altanería amenazante y un preludio percutor de guerras neocolonizadoras, la fecha de este 18 de mayo agita en sus altares los legados trascendentales y coincidentes de un hecho y de una figura.

 

Hace 125 años, en líneas que parecían de testamento político, los montes cercanos a Dos Ríos veían la luz de la carta en que el Héroe Nacional José Martí ponía en tinta su previsión y el objetivo otro de la guerra que empujaba: «de impedir a tiempo, con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América».

 

En la propia jornada, mar Caribe por medio, otras tierras rurales nombradas Niquinohomo, en el Masaya nicaragüense, veían también la luz del niño Augusto Nicolás Calderón Sandino

 

Curtido en el sudor obrero de la minería, las plantaciones fruteras y las petroleras, vivió en la raíz de la explotación humana que sostenía a los grandes monopolios capitalistas. Anotó en sus lecciones los sucesivos desembarcos de marines en su tierra y, admirado en el ejemplo de Benjamín Zeledón, un octubre de 1926 levantó las armas con que libró la guerra de su vida contra los yanquis.

Varios gobiernos títeres padecieron la furia de su guerrilla, incapturable, irreductible, intransigente a otra negociación que no implicara la retirada militar de la bandera de las barras y las estrellas. Lo logró en 1933, pero una artera emboscada del tirano en ciernes, Anastasio Somoza, arrancó la vida de Sandino, tal cual hacen los cobardes, por la espalda.   

El movimiento que inspiró entonces su nombre, y la revolución que muchos años después vencería a la larga dictadura, fundó la Nicaragua que animó la lucha de Sandino. Viéndola, se inspiró el trovador cubano: Me recuerdo de un hombre / Que por esto moría /  Y que viendo este día / Como espectro del monte /Jubiloso reía, informó Granma.