Rubén Darío Jaramillo Montoya, obispo de Buenaventura, Colombia, quiere practicar el exorcismo a una ciudad entera tirando agua bendita desde un helicóptero, según ha informado el diario británico The Guardian.
La inseguridad ciudadana, el tráfico de drogas y la pobreza asolan a la ciudad colombiana de Buenaventura. Ante esta situación, el obispo ha creído necesario exorcizar a toda la ciudadanía.
Después de que una niña de 10 años fue torturada y asesinada, este religioso comenzó a planificar el exorcismo colectivo de toda la población, que a su juicio está endemoniada.
"Tenemos que echar al demonio para restaurar la paz"
“Tenemos que echar al demonio de Buenaventura para ver si podemos restaurar la paz y la tranquilidad en nuestra ciudad”, ha declarado Jaramillo Montoya a una radio local.
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Su plan consiste en bendecir al pueblo desde el aire. El ejército colombiano ya le ha ofrecido un helicóptero para poder hacerlo. El obispo lo utilizará para arrojar agua bendita durante las festividades del patrón de la ciudad.
El exorcismo que pretende llevar a cabo Jaramillo Montoya es inusual, ya que lo normal es que se practicara a un solo individuo. No obstante, exorcismos como este están permitidos por la Iglesia desde que en el siglo XIX el Papa León XIII reconociera los “exorcismos contra Satán y los ángeles caídos” para acabar hacer frente a una posible “infestación demoniaca”.
El obispo Jaramillo viajó el sábado a bordo de un camión de bomberos a algunos de los barrios más violentos en Buenaventura, rociando agua que había bendecido en su intento por frustrar a las pandillas del narcotráfico y otros grupos delictivos.
El recorrido en ocasiones se tornó festivo a pesar de la solemnidad del mensaje.
Jaramillo se detuvo para bendecir a un grupo de niños en uno de los barrios y el camión de bomberos en que iba fue adornado con globos verdes y amarillos.
La presencia de grupos paramilitares, la inseguridad ciudadana, el narcotráfico y las torturas practicadas por los grupos de delincuencia hicieron que Buenaventura fuera declarado el lugar más peligroso de Colombia en 2014 por el Observatorio de Derechos Humanos.