Lo que Clara narra estremece a cualquiera. Parece un relato sacado de una película de terror donde el principal actor es un psicópata sexual. Ella no quiere su cuerpo, lo rechaza, se siente sucia y destrozada. La joven fue violada por un policía de tránsito.
Clara tiene 21 años y después de varios meses, aún tiene el valor de contar su tragedia. Lo hace con detalles y gestos, pero a los tres minutos de narrarla, se derrumba y llora.
Cuenta como su agresor la persiguió por varias calles del sur de San Salvador hasta someterla y violarla en una zona desolada en Santo Tomás.
Esta es su desgarradora historia
A las 11:45 de la noche del viernes 8 de diciembre de 2017, Clara salió de su casa en el municipio de Santo Tomás a bordo de su motocicleta motor 125 cc. Se dirigía hacia la plaza San Jacinto a recoger a su hermana que había asistido a la fiesta navideña de su trabajo. Su pariente no quería viajar en taxi porque desconfiaba del único taxista que estaba disponible.
La noche estaba fresca. Una repentina y leve lluvia dejó un clima agradable. Por eso Clara encontró placentero el viaje, escuchaba música en sus audífonos y corría a menos de 60 kilómetros por hora, ya que su moto recién la había comprado y aún la estaba desarrollando.
La víctima recuerda que cuando pasó por el kilómetro 9 y medio de la autopista a Comalapa, en el jardín del retorno del monumento a la Solidaridad, una carro color blanco, marca Suzuki, modelo Sidekick, vidrios polarizados, realizó un brusco retorno y comenzó a seguirla.
El rapto y el inicio de 70 minutos de terror
Un Suzuki blanco le impactó en la parte de atrás de la motocicleta. Clara cayó hacia adelante varios metros y se golpeó.
En un principio la víctima se molestó, ya que recién se recuperaba de otra caída que sufrió meses atrás. Cuando la joven se levantó e intentó quitarse el casco y sacudirse la ropa, su agresor se bajó del carro, se le acercó y le dijo: “Te ayudo, acá tengo una toalla que te puede servir”. Ella le reprochó la ayuda y siguió limpiándose la sangre que tenían en un brazo.
Clara le confesó al hombre que iba a la plaza a traer a su hermana. Pero cuando ambos pasaron en el lugar, su agresor apuró la velocidad del carro y tomó la carretera antigua a San Marcos. La víctima suplicaba que le permitiera bajarse del carro, al tiempo que él se lo negaba y la interrogaba sobre sus datos personales. Clara se identificó como Marisol.
Cuando el hombre le exigió las prendas personales a la víctima, ella creyó que se trataba de un robo, por eso le dijo que “regresara donde su hermana, que ella le podía dar todo el dinero que quisiera”. Sin embargo, el agresor siguió sobre la marcha del vehículo hacia San Marcos.
Clara sacó su teléfono y le enseñó que su hermana le estaba llamando. Él colocó la pistola en sus piernas, le arrebató el celular y contestó. En ese momento, la víctima gritó a su hermana que le ayudara, que estaba en peligro. El colgó y le expresó: “Si volvés hacer eso te voy a matar”.
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La hermana de Clara logró escuchar el grito de auxilio y de inmediato tomó un taxi y fue a pedir ayuda a una delegación policial de San Jacinto. Junto a un grupo de policías realizaron patrullajes en toda la zona, pero no encontraron el vehículo. La hermana dio aviso a su familia.
Clara seguía en el Suzuki blanco con dirección a calle a San Marcos. En las inmediaciones del colegio Santa Teresa, el atacante le expresó: “¿Sabes por qué te seguí? Porque te veías bien bonita manejando la moto”.
El agresor ingresó a la colonia Jardines de San Marcos y se estacionó. A punta de pistola la golpeó varias veces y le exigió que le bajara la calzoneta y accediera a sus peticiones sexuales. Clara lloraba y se negaba, pero él la golpeaba.
Después de varios minutos, siguió la marcha con el carro hasta llegar a las inmediaciones del mercado de San Marcos, donde volvió a estacionarse para seguir sometiéndola. En ese lugar Clara fue obligada a desbloquear el celular y el hombre revisó las galerías de fotos, chat y Facebook.
Cuestionó a su víctima sobre su lugar de residencia y ella le mintió y le dijo que vivía en la Colonia 10 de Octubre. La joven pensaba que su verdugo era pandillero.
Clara dice que cada vez que el carro arrancaba, pensaba la forma de escapar, pero era en vano. No había nadie a quien pedirle ayuda. Estaba sola en la fría noche. No habían esperanzas de escapar. Era un infierno.
El violador tomó la calle a un costado de la alcaldía de San Marcos referido municipio, pasó por el puesto policial de la zona y se estacionó varias cuadras arriba. Ahí volvió a abusar de Clara. El se detenía cada cinco minutos y se burlaba de lo que estaba pasando, relató la víctima.
La joven deseaba ver un policía o alguien a quién pedir ayuda. Pero no había nadie. Lloraba y se preguntaba “ahora qué sigue”… El puesto policial estaba oscuro y no habían carros patrullas. Clara lloraba y no podía más…
El violador siguió su ruta en la zona de San Marcos y en un lugar desolado en las inmediaciones de la autopista, el policía estacionó el vehículo, golpeó a Clara y con la pistola en mano, la violó.
Clara gritaba pidiendo auxilio. El sujeto le tapaba la boca mientras la dañaba. “Dios mío por qué me está pasando esto a mí. Nadie se merece esto”, se decía la joven (ella llora mientras relata este suplicio). El agresor terminó la violación, arrancó el carro, le robó el celular y luego le exigió a su víctima a que se bajara del vehículo.
La víctima se vistió, tomó su casco y se bajó del carro. Por un momento pensó que el hombre le iba a disparar y la mataría en ese lugar. No tenía fuerzas de nada, estaba sucia y se sentía usada, era de madrugada. No podía caminar y no paraba de llorar. Estaba en la parte alta de la calle en el Valle de San Marcos.
El agresor intentó despistar a la familia. Después que la dejó violada en la calle, realizó varias llamadas a la casa desde el celular de la joven y expresaba: “Ya llegó Marisol a casa, soy un amigo de ella de San Marcos, de acá de la 10 de Octubre”. Luego de llamar varias veces, apagó el celular.
Clara estudió en el referido municipio y tiene muchos amigos en esa colonia. A esa hora, se recordó de una de ellas y caminó varias cuadras hasta llegar a la casa. Su amiga le abrió la puerta, salió la madre y una hermana de su amiga y entre todas las mujeres la consolaron.
Todas las mujeres se dirigieron al Instituto de Medicina Legal para los exámenes correspondientes. Después de varias horas, la víctima fue trasladada hacia el hospital de la Mujer. Eran las 7:00 de la mañana.
Mientras ella descansaba, llegó otra mujer policía y le preguntó si al ver una fotografía de su agresor lo reconocería. Le recordó que era algo muy delicado y que debía estar segura. Clara dice que tenía las imágenes frescas del agresor en su mente, lo veía violándola a cada instante. Era imposible no conocerlo.
La mujer policía sacó su teléfono y le mostró a la joven la foto del sospechoso. Clara cerró los ojos y respondió: “Él es”. Era el policía Jorge Alfredo Jiménez Quinteros, destacado en la División de Tránsito Terrestre de Santo Tomás.
La mujer policía tomó su radio comunicador y expresó: “deténganlo, que no se les vaya a ir”. El policía fue arrestado en esos momentos por sus propios compañeros. Clara sintió paz y alivio. Se sintió segura, informó El Diario de Hoy.