Felipe Gómez Alonzo murió la pasada Navidad bajo custodia de la patrulla fronteriza de Estados Unidos. Tenía 8 años de edad.
Su muerte coincide con un número récord de jóvenes familias migrantes apresadas en la frontera de Estados Unidos.
Yalambojoch, el pueblo donde vivía Felipe, es uno de los más pobres de Guatemala.
"Me siento triste por mi hermano, lo quería mucho y la verdad me duele mucho" expresó devastada, con un nudo en la garganta y la voz entrecortada, Catarina Gómez, la hermana de Felipe.
Por su parte, entre el humo de la estufa, Catarina Alonzo, la madre de Felipe recuerda que la última vez que vio al niño fue el 14 de diciembre del año pasado. Esa fue la fecha en la que salió de la aldea con su papá, Agustín Gómez, en su intento de migrar a Estados Unidos.
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"Aquí hay mucha pobreza y no hay forma de tener una vida digna, de mantener a una familia. Mi esposo se fue por esas razones. Se llevó a Felipe porque, aunque era sólo un niño, tenía claro que quería estudiar en Estados Unidos", dijo mientras cargaba en la espalda a Agustín, su hijo más pequeño.
El ataúd con el cuerpo de Felipe llegó a la aldea sin el padre de la familia, quien pidió un préstamo de 5 mil dólares para llegar a Estados Unidos, lo que equivale a tres años de salario en Guatemala.
El sueño de Felipe era estudiar en Estados Unidos y regresar con su familia, contó Gómez.
Esta es la primera vez que un niño migrante regresa muerto al pueblo, mientras un padre se queda en los Estados Unidos para pagar su deuda.
En un documental, un equipo de la BBC viajó hasta Yalambojoch, cerca de la frontera entre Guatemala y México, para saber qué impulsa a jóvenes y niños a emprender el peligroso viaje hacia el norte.