Muchas víctimas reportadas como desaparecidas y que trascurridos los días son encontrados sus cuerpos en estado de descomposición y hasta incinerados ha llamado la atención de los investigadores de la Policía Nacional que alertan sobre la evolución del crimen en Honduras.
Mareros y pandilleros atendiendo el mandato de sus jefes de bandas y carteles del narcotráfico ponen en práctica un nuevo método tratado de borrar evidencias y burlar las investigaciones de los crímenes.
El fuego y el uso de químicos o ácidos ya comienza a escucharse en la criminología hondureña, un reto para los investigadores de la Dirección Policial de Investigaciones y otras agencias, no así para los médicos forenses en quienes descansa la labor científica, la que solo ellos pueden ver y demostrar para armar expedientes que los lleven a los hechores de horrendos crímenes.
En los últimos meses del 2018 son al menos una decena de casos en donde las víctimas mortales fueron encontradas calcinadas o medianamente quemadas sus extremidades, también encontrados sus cuerpos mezclados con sustancias químicas que han alterado el proceso natural de descomposición de sus cuerpos.
El objetivo de los autores materiales e intelectuales de estos homicidios con saña es tratar de borrar evidencias, señales que a simple vista revelarían las maneras de muerte entre otros hallazgos.
Según los responsables de las investigaciones, tanto de grupos que trabajan las escenas de crimen en la parte técnica y profesionales del área científica, esas acciones solo quedan en intentos, ya que tarde o temprano se demuestra que no existe el crimen perfecto.
En Honduras, desde mediados del año comenzaron a registrarse con más frecuencia los cuerpos calcinados de víctimas de la delincuencia.
El 20 de junio apareció totalmente calcinado un supuesto labriego en un sector de la aldea Ceiba Grande del municipio de Jutiapa, departamento de Atlántida.
El caso a la fecha continúa en impunidad, al igual que otros en la misma zona.
El 23 de septiembre se encontraron dos cuerpos calcinados adentro de un vehículo blanco ubicado en un solar baldío y ardiendo aún en llamas en San Manuel en el departamento de Cortés.
Expertos en área forense manifestaron que la identificación de los cuerpos tardaría varios días, mientras los agentes de Inspecciones Oculares de la Policía Nacional recolectaban indicios en la escena del crimen, que a la fecha no ha sido esclarecido.
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El 9 de diciembre se encontró en una calle que comunica a las colonias El Carrizal y Smith en Comayagüela, sectores hacia el norte del país, el cuerpo calcinado del estudiante de ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH).
La escena del crimen se ubicó específicamente en la parte de atrás del Instituto Luis Bográn, denunciado por los pobladores como botadero de cadáveres.
El muchacho fue identificado como miembro activo del Movimiento Estudiantil Universitario (MEU), Iván Enrique Mejía Montoya, de 24 años de edad, su cuerpo había sido completamente quemado y apenas fue reconocido por sus familiares por un tatuaje que asomaba en alguna parte de sus extremidades, pero luego con pruebas de ADN se confirmó en su totalidad.