CÓRDOBA, México (AP) — Los pies cansados, hinchados y con ampollas están entre los mayores desafíos para los miles de migrantes centroamericanos que avanzan por el sur de México con la esperanza de iniciar una nueva vida en Estados Unidos.
Tres semanas de golpeteo diario sobre el asfalto caliente de las carreteras traen consecuencias, en especial para los que caminan sobre sandalias endebles. Siempre que les es posible, los migrantes se deshacen de los zapatos dañados, reemplazándolos con otros donados en las escalas que van haciendo, o con pares de repuesto que llevan en sus mochilas.
Los días más agotadores exigen recorridos de más de 160 kilómetros (100 millas). Los migrantes ansiosos de hallar fortaleza desplazándose en una caravana grande deben mantener ese ritmo si es que quieren permanecer en el grupo. Y lo hacen con zapatos baratos y calcetines empapados de sudor, que se quitan ansiosamente al final de cada jornada.
Las ampollas son un enemigo desagradable para los pies de los migrantes, jóvenes y viejos. Personal de la Cruz Roja en las estaciones de paso venda los pies hinchados o aplica antisépticos a las ampollas reventadas.
Los niños hacen muecas de dolor mientras les atienden las heridas. Las moscas se agolpan en las úlceras abiertas. El riesgo de una infección es elevado.
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“Son unas condiciones extremas”, afirma Ignacio Escotto, cirujano vascular mexicano especializado en la atención de las extremidades. El contacto incesante con el pavimento caliente provocará que los pies se hinchen, indica, al tiempo que la deshidratación y la mala nutrición hacen estragos en los tejidos suaves. “Al final del día, esa articulación debe ser dolorosa”, señala.
A pesar de ello, los migrantes cojean para resistir el dolor, decididos a llegar a Estados Unidos. Sonríen y lo soportan mientras avanzan cojeando. Los que ya no pueden aguantarlo abandonan la caravana.
El gobierno mexicano dice que unos 3.000 migrantes han solicitado refugio en México en las últimas semanas, y unos 500 han pedido ayuda para poder regresar a sus países de origen.
Marisol Salamanca, de 21 años, escudriñaba una pila de zapatos donados en un gimnasio en la ciudad de Córdoba en busca de un reemplazo para las sandalias con las que ha andado desde que partió de El Salvador hace varias semanas.
“Me tropiezo a cada rato y me lastimo”, se quejó.