QUITO (AP) – La ceremonia estaba finamente organizada: había alfombra roja, himno nacional, uniformes, bendiciones y una mezcla de tristeza y alegría que inundó las políticas que debían entregar sus compañeros de trabajo. En el acto celebrado el miércoles en la capital de Ecuador, un total de 61 perros pasaron de ser efectivos policiales a particulares.
Las guías arrodilladas a su lado las quitaron una especie de chalecos con insignias policiales y tras caminar por la alfombra roja, los adoptaron a las familias adoptivas, que parecían vestidos para la ocasión, y de inmediato los prodigaron caricias mientras sonreían.
En 2017 apenas doce perros se jubilaron, pero este año la cifra se quintuplicó. Más de la mitad de los nuevos dueños, un total de 36, fueron los mismos policías con los que formaron binomio durante su vida operativa.
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El jefe del centro regional de adiestramiento canino, alcalde Iván Ayala, dijo a The Associated Press que los perros cumplieron su tiempo de trabajo en el trabajo policial, entre ocho y diez años, en actividades como antinarcóticos, orden público y espectáculos.
Precisó que para que las familias adoptasen un proceso de selección en el que se debe demostrar la idoneidad de la familia aspirante, capacidad económica, espacio, tiempo y decisión de cuidado, entre otros. Adicionalmente, la institución policial cumple tareas de verificación del cuidado y buen trato a los caños adoptados cada seis meses.
Según Ayala, la mayor parte de los animales jubilados principalmente a las razas pastor malinois, pastor alemán, golden retiver y labrador.
Asimismo, agregó que dentro de este grupo, 16 cañas de participación en las tareas de rescate en el terremoto de abril de 2016, que destruyó buena parte de las provincias costeras de Manabí y Esmeraldas, donde ayudaron a localizar en el medio de los escombros a cuatro personas. con vida y los restos de unos 20 fallecidos.
Al terminar la ceremonia, los perros se adaptan con facilidad a sus nuevos amos y se dejan conducir con una nueva vida de jubilados, sin el estrés del trabajo, sin presiones y sin jefes.
El cabo primero Cristian Toalombo adoptó a su compañero de trabajo, Billy, y afirmó que "es un gran perro y un condecorado antes de jubilarse como uno de los mejores de su promoción".
Señaló que el último gran golpe que dio contra el narcotráfico fue hace un año, cuando se descubrieron dos toneladas de cocaína escondidas bajo tierra por cerca de la ciudad de Quevedo, a 145 kilómetros al suroeste de Quito.
"Estoy contento de llevármelo a casa, es un compañero totalmente seguro y soy un miembro más de mi familia", dijo.