Argentina: «Me quieren ver llorar y doblegada, no lo van a lograr», dice Nahir Galarza

El caso del asesinato de Fernando Pastorizzo causó conmoción en la sociedad argentina. Y en las últimas horas, la autoincriminada asesina del muchacho, hizo declaraciones por primera vez en la comisaría y reveló: "Sé que me quieren ver llorar y doblegada, pero no lo van a lograr".

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Aunque en las últimas horas trascendió que había vuelto a declarar en calidad de imputada, lo cierto es que la defensa de Nahir aguarda primero que se sortee el cuerpo que le dará asistencia psicológica previa: si el equipo del Juzgado de Ejecución o el de familia.

"Cuando me evalúen los peritos internacionales e imparciales y digan que estoy apta para declarar, ahí voy a contar toda la verdad", contó al sitio Big Bang News, mientras acomoda los libros y cuadernos de estudios que se acumulan en la mesa del calabozo. "Por un lado tengo impotencia, pero por el otro lado soy yo quien sabe toda la verdad".

Mientras aguarda por el avance de la causa, sigue preparando las materias de su facultad y lee un libro de numerología de la "bruja" estadounidense Linda Goodman. También avanza en El lobo estepario de Hermann Hesse y la reedición de La montaña mágica de Thomas Mann.

Había pasado sólo una semana desde la audiencia que le negó la posibilidad de esperar el juicio con una tobillera domiciliaria. Se la rechazaron, pero Nahir celebró que el juez desestimara uno de los dos motivos esgrimidos por el fiscal y la querella: el peligro del entorpecimiento, señaló Crónica.

De aquel momento, a la estudiante de abogacía le quedó una sensación marcada. "Sentí la impotencia de escuchar tantas barbaridades y mentiras sobre lo que realmente pasó ese día", reconoce en alusión a la madrugada del 29 de diciembre en el que le disparó primero por la espalda y luego en la cabeza a Fernando.

Después de regresar a su casa, Nahir se fue a dormir. Dejó el arma reglamentaria de su padre sobre la heladera y recibió a media mañana el llamado de la madre de Fernando, quien le contaba que lo habían encontrado muerto junto a su moto. Ella declaró minutos después como testigo. Pero doce horas más tarde, regresó junto a su abogado, el arma homicida y confesó el crimen.

"Fui yo, basta; mi familia no tiene nada que ver. Yo lo maté", se la escuchó decir, haciendo uso de sus garantías constitucionales y dando lugar a la confesión que hoy la lleva a estar imputada por el asesinato. Pero la declaración se frenó. Se descompensó y entró en crisis. Transpiraba y lloraba. Ya no había vuelta atrás, sabía que quedaría detenida en el momento.