Guatemala tiene una sociedad que fomenta el odio hacia los LGTBI

Fue la primera diputada que se declaró feminista y lesbiana en Guatemala, un país conservador y patriarcal. A pesar de las amenazas, que las hubo y las hay, Sandra Morán lucha contra las ideas y discusiones "cavernarias" de una parte, de la sociedad que promueven un "fuerte" odio hacia la comunidad LGTBI.

Es la cara visible, pero no la única, de una lucha arcaica que no tiene fin en Guatemala, dónde la gente piensa que la homosexualidad se cura con electrochoques, que el lesbianismo se trata con violencia sexual correctiva, que los hombres afeminados se vuelven rudos al pegarles y que los transexuales mudan con un castigo corporal.

"Todo ese tipo de cosas que uno dice que cómo se dan, pues aquí se dan mucho", ejemplifica en una entrevista con Acan-Efe la congresista del partido opositor Convergencia, una mujer de 57 años que salió del armario con 35, cuando en 1995 se celebró en el país el foro "La invisibilidad del lesbianismo también es violencia".

Más de 20 años después y con una empecinada e incansable lucha a su espalda, Morán reconoce que queda mucho por hacer, porque a estas alturas "no es normal que nos sigan llamando anormales", esa es una discusión "cavernaria" a la que no se debería poder regresar en pleno siglo XXI.

Su objetivo dentro del Congreso, pero también desde la calle, es trabajar con "responsabilidad" para lograr la "construcción de un Estado para todos sus ciudadanos", una meta que dista mucho de la realidad: no hay equidad y la violencia en contra de la comunidad LGTBI sigue estando invisibilizada.

Para ello se ha propuesto durante su periodo legislativo de cuatro años trabajar en tres leyes: una para prevenir la violencia y los crímenes de odio -ya presentada-, otra para lograr la unión civil entre personas del mismo sexo y, la última, legalizar la identidad de género, ya que en la actualidad las personas transexuales solo pueden acceder a un cambio de nombre.

Esto no será suficiente, sólo es un pequeño paso, pero por algo "hay que empezar". El mero hecho de que se sientan representados, de que piensen que hay alguien luchando por ellos, ya es importante, aunque este tipo de iniciativas legislativas, reconoce Morán, van "cuesta arriba" porque confrontan "prejuicios" fuertemente arraigados.