El Triángulo Norte de Centroamérica vive empantanado en el miedo que generan las maras, la violencia y las extorsiones, que pueden incrementarse si Estados Unidos (EE.UU.) mantiene su afán de realizar deportaciones masivas a estos países.
Así lo advirtió hoy en el informe "Mafia of the Poor: Grand Violence and Extortion in Central America" (El salario del miedo: maras, violencia y extorsiones en América Central) la organización internacional Crisis Group, que señala que las deportaciones, como ya sucedió en la década de los 90, pueden recrudecer la violencia de las maras.
Nacidas tras la guerra civil e impulsadas por las deportaciones masivas desde Estados Unidos, las pandillas centroamericanas son, para Crisis Group, las responsables de los actos de violencia y también del desplazamiento forzado de niños y familias, pero a la vez "víctimas" de la situación de la inequidad social y la pobreza.
Las maras, organizaciones que brindan "identidad y estatus a jóvenes que se sienten fuera de lugar en sus propias sociedades y que nacen muertos", están formadas, aproximadamente, por unas 54.000 personas en los tres países, que constituyen la principal fuente de "ansiedad pública en la región".
Además de los homicidios, lo que constituye el sustento criminal de estos grupos -"y su negocio ilegal más extendido"- es la extorsión, pues mediante el acoso a negocios locales a cambio de protección estos grupos reafirman su "control", muchas veces desde las mismas cárceles.
Desde que la violencia y la inseguridad que crean estos núcleos se hizo visible, los Gobiernos optaron por establecer "mano dura" en su contra para lograr la erradicación: "Pensaban que era un problema de seguridad que requería respuestas cada vez más draconianas".
Ese enfoque, basado en el encarcelamiento masivo y la represión y dominado por el miedo, solo provocó todo lo contrario, era en El Salvador con una política de "mano dura", en Honduras a través del conocido como "Cero Tolerancia" y en Guatemala con el "Plan Escoba".