Hace 48 años Managua era otra. La capital de Nicaragua un 23 de diciembre de 1972 se dejó sentir por un poderoso terremoto de magnitud 6.2 en la escala Richter que la destruyó por completo.
Eran un poco más de las cero horas de aquel sábado (en vísperas de la Navidad), cuando en 30 segundos la capital nicaragüense vio su rostro más dantesco e inhóspito.
El escenario era caótico, casas y grandes edificios cedieron a consecuencia de una de las mayores catástrofes naturales sufridas por el pueblo nicaragüense.
El terremoto de 1972, como lo recuerdan muchos nicaragüenses, fue seguido por dos réplicas más de magnitud 5.0 y 5.2 a la 01:18 y 01:20 de la madrugada respectivamente; casi una hora después del primer sismo, con epicentro en el lago Xolotlán.
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El movimiento telúrico causó cerca de 19,320 muertos y 20,000 heridos, aunque no se sabe el número exacto de fallecidos debido a que hubo cadáveres que nunca fueron sacados de los escombros por los rescatistas nacionales y extranjeros y que al descomponerse causaron un fuerte hedor durante casi 5 meses hasta la llegada de la estación lluviosa en mayo de 1973.
Asimismo los daños materiales fueron cuantiosos. El 90% de las viviendas, en el radio central, se derrumbaron y las que resistieron al sismo estaban severamente dañadas, al punto de declararse como inservibles, o simplemente resistieron el temblor sin mayores daños.
Más de 600 manzanas quedaron destruidas y unas 50.000 construcciones en escombros. Se contabilizó que más de 280.000 personas quedaron sin hogar.
Lo que quedaba de Managua no era más que tierra, trozos de tablas, humo, hambre, desolación y miseria, calles agrietadas. En resumen, ¡nada!
Protección de vidas
Ante estas catástrofes naturales, el Gobierno de Nicaragua ha venido incrementando el nivel de alerta, vigilancia y protección de las vidas de los y las nicaragüenses con la práctica del Ejercicio Nacional de Protección a la Vida en situaciones multiamenazas que se ensayan al menos cuatro veces en el año.
Centenares de nicaragüenses participan en los simulacros y ponen en práctica los conocimientos adquiridos sobre cómo actuar ante diversos fenómenos naturales.
Nicaragua cuenta con planes contingentes para todas y cada una de las principales afectaciones que inciden sobre el país y que existe todo un modelo de capacitación para brigadistas, para líderes comunitarios y a servidores públicos que cada año lo desarrollan para ir aumentando el nivel y la capacidad técnica que nos permite seguir protegiendo la vida sobre todas las cosas.