Opinión: El último vagón

nicaragua

La historia es como un tren y nosotros somos el último vagón. Estamos en la cola de los acontecimientos, viendo pasar frente a nosotros los rieles amarillentos. El tren nunca se detiene. Solo sabe avanzar. 

Si lográramos detenernos un segundo y volver la vista hacia lo que nos precede, quizás, tan solo quizás, podríamos comenzar a entender y valorar el mundo que nos rodea. Donde apunten nuestros jóvenes ojos hoy encontraremos problemas, naturalmente, pero utilizando una antigua jerga, resultan cualitativamente distintos a los problemas que tuvieron los vagones anteriores.

Te interesa: Evo Morales saluda a la Revolución en Nicaragua: "¡La lucha sigue!"

El cambio climático, el orden económico, la tecnificación necesaria, la falta de oportunidades para insertarnos en un mercado mundial que nos relega a ser exportadores de granos básicos, la congestión de las ciudades, la xenofobia, las noticias falsas… problemas globales que tienen su traducción local, resultan ser los problemas que más nos aquejan generacionalmente. No son para nosotros un problema el acceso a un hospital o una escuela, el olvido estatal, la desprotección social, el no entender las letras que tenemos en frente, la imposibilidad de poder soñar un futuro distinto, quizás no feliz, pero al menos distinto. 

Esos fueron los problemas de nuestros abuelos y en buena medida, de nuestros padres. Pero ellos los han ido resolviendo enfrentados al terror, a la muerte, a la desaparición, a la tortura, a la guerra. Es una vara muy alta la que nos dejaron. Pero es lo que corresponde. Cada generación debe superar a la anterior. Si nuestros abuelos nos legaron ríos de leche y miel, nosotros tendremos que legar mares enteros. Falta, por supuesto… falta mucho por hacer, pero faltaría aún más si no hubieran pasado estos últimos 40 años peleándola.

Celebración del 41/19

 

Hoy, 19 de julio, es la fecha más importante del sandinismo, pero incluso pensaría, que es la más importante para el país, quizás solo después de la independencia. Porque fue hasta entonces que el pueblo nicaragüense pudo ser dueño de su propio destino. Taciturno huyó el dictador, jubilosas reventaron las calles de los siempre desplazados, de los siempre marginados.

El 19 de julio de 1979 fue el breve instante que reivindicó a todos los indígenas asesinados por el invasor español, a todos los nicaragüenses asesinados por William Walker (aquel gringo que se autoproclamó presidente del país). Es la reivindicación histórica de los campesinos despojados de sus tierras por los criollos granadinos, de las olvidadas comunidades de la Costa Caribe, de tantos que morían de hambre, de todos los niños que perecían ensartados en las bayonetas de la guardia, de tantos rebeldes silenciosos.

Mataron a Sandino cuando buscaba la paz y la oportunidad de llevar adelante el proyecto político y económico por el que luchó. Lo mataron a traición, detalle no menor, porque de frente nunca habrían podido. Fue Somoza, sí; pero también los gringos, también los terratenientes, también los magnates, también los vendidos, también los traidores.

Mataron a Sandino, pero el pueblo lo resucitó el 19 de julio. Y desde entonces hay un pequeño lugar en el corazón de América, que desde las montañas heladas, en medio del canto de pájaros y de monos, en medio del ir y venir de los ríos, retumba un grito que hoy cumple 41 años. Un grito compartido por centenares de gargantas. Un grito inmortalizado en la foto de todos los caídos. Un grito que hizo historia, que tiñó de sabor la lluvia, que dio al pueblo la satisfacción de poder soñar con los ojos abiertos y tocar con sus propias manos el presente. Un grito que dice Patria Libre o Morir.

La historia es un tren y nosotros somos el último vagón. El vagón que va a completar la tarea de la patria digna, próspera y siempre libre, que tantos y tantas han soñado. Siempre será 19 de julio.