Buscando ayer algo peculiar que aportarles no me di cuenta de lo primero que me ha salido al paso cuando me he visto en la calle: un señor me hace la señal de victoria con los dedos índice y corazón. Como no supe responder me preguntó desde una casa de enfrente ¡¿viene a apoyarnos?!, le respondí alegremente levantando la mano y haciendo el signo de victoria con los dos dedos.
Entonces le salió el bozarrón más sentido ¡Viva Nicaragua soberana!, y se me acercó y del modo más agradable y tranquilo, como es el pueblo nica en su trato, me dijo señor, los nicaragüenses tenemos el alma aquí, y señaló el suelo que pisaba. A ustedes puedo decirles con el mismo respeto y la misma tranquilidad que el pueblo en todas las ciudades por donde he pasado, hoy en León, que la tranquilidad es absoluta, y declaran en la más mínima conversación que tienen derecho a la paz y quieren la paz, que tienen derecho a elegir y quieren elegir, que tienen derecho a su soberanía y quieren su soberanía.
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Su insistencia con tanta convicción me hace recordar que leí en una encuesta hace tiempo que el pueblo nicaragüense era el más feliz del mundo, quizás eso explique su convicción de que lo conseguido ha sido por saber elegir, y lo único que quieren es que se haga su voluntad, tener paz y soberanía. No hay mayor tranquilidad.
Si usted que lee la presente nota, en el amanecer hubiese mirado el horizonte de Nicaragua, habría sentido empaparse en el jugo del cielo prometedor que riega el país. Los periodistas hemos recorrido los colegios electorales que hemos podido, en un centro donde se había instalado había 10 mesas electorales para una población votante de 3800 personas, correspondían a cada mesa 380, y puedo decirles que era un verdadero recreo, familias, niños y niñas, cuidadores que ayudaban a las personas mayores facilitando sillas de ruedas, acompañantes, saludos entre unos y otros, conversaciones diversas y muchas felicitaciones por verse eligiendo su futuro.
Cada votante, cada voto tiene dentro la semilla de la soberanía, de la independencia, del trabajo productivo, del bien común, tiene la razón y el derecho, lo indiscutible. Y lo que parlotean los loros del imperio sin salir de su jaula y/o con los ojos de espejos deformantes causan risa en quien los escucha. Qué pena de vida desaprovechada por dejarse envolver con el hilo por la araña, ahí quedan asfixiados. Si les tengo que decir una sola palabra que describa el ambiente, les diría que la atmósfera comunica dignidad, dignidad de ser pueblo trabajador. ¿Será por eso por lo que el pueblo nicaragüense es el más feliz del mundo?
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Aún no se conocen los resultados electorales, en unas horas los conoceremos y se los comunicaré con detalle. No obstante, como se dice por aquí, por la víspera se saca el día, todo apunta que, como dije en la primera crónica, la Revolución continuará.
Desde Managua
Por Ramón Pedregal Casanova