No hay una respuesta fácil. Pero consciente de esas limitaciones, la agencia espacial estadounidense NASA cuenta con un batallón de unas 25 personas que tienen la responsabilidad de oler prácticamente todo lo que va al espacio.
Desde los trajes y herramientas de trabajo hasta efectos personales como tampones, pañales, ositos de peluche o maquillaje. El más experimentado de ese grupo es George Aldrich, quien lleva casi 40 años trabajando con su nariz y a quien hoy se le conoce como el «supersabueso» o el «olfateador jefe» de la NASA.
Su labor, aunque a veces termina siendo más que desagradable, es importante para la seguridad espacial, según la NASA: un olor fétido puede distraer al astronauta (o, peor aun, enfermarlo) hasta tal punto que no pueda cumplir con sus funciones críticas de vuelo. Y nadie quiere cancelar una costosa misión espacial, tras años de investigación y desarrollo, simplemente por un olor insoportable.