Larga data acumula la controversia fronteriza Costa Rica-Nicaragua, arreciada por una campaña verbal desde San José que destapó interrogantes, como una caja de Pandora. "En política, lo único verdadero es lo que no se ve", enseñaba el cubano universal José Martí. Dos siglos después cabe preguntarse qué hay detrás del afán de San José por hacer ver como el súper enemigo expansionista a la segunda nación más pobre del continente, pese a sus llamados a dialogar.
Un conflicto que siempre estuvo asociado a imprecisiones en las fronteras, debido a una historia azarosa desde las primeras décadas del siglo XIX, es presentado ahora por Costa Rica como resultado de presuntos abusos y proyectos de invasión de Nicaragua. Mientras Managua desmiente tales acusaciones y alienta la negociación, el vecino esgrime la supuesta intención del presidente Daniel Ortega de reclamar las provincias de Guanacaste y Nicoya ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ).
Pese a aclaraciones posteriores del mandatario y de voces autorizadas en este país, la gobernanta costarricense, Laura Chinchilla, descartó cualquier conversación con Nicaragua y todavía alimenta la confrontación. Reuniones constantes con su gabinete, notas de protesta, y declaraciones chocantes a canales nacionales y extranjeros fueron apenas el preludio de lo que redundó en su discurso del 24 de septiembre ante la Asamblea General de la ONU, tachado de belicista por sus propios coterráneos.
Chinchilla acusó a Nicaragua de irrespetar el Derecho Internacional, de agredir a sus vecinos, desacatar medidas cautelares de la CIJ, y de enviar personal al humedal de Harbour Head o isla Calero, centro de la disputa entre ambos, cuya soberanía está pendiente de definición en ese tribunal. Aludió a las concesiones para exploraciones petroleras otorgadas por Managua dentro de lo que consideró territorio costarricense en el mar Caribe, pese al fallo del 19 de noviembre de 2012 del órgano judicial de la ONU, el cual definió en ese sentido a favor de la nación nicaragüense.