La interrogante más importante, según el reconocido periodista Thomas Friedman, radica en qué tipo de régimen quiere defender Irán en el siglo XXI y qué papel desempeñará la energía nuclear en la conformación de tal identidad.
Desde esa perspectiva, Friedman intenta responder la siguiente pregunta: ¿Está conforme Irán con ser una versión agrandada de Corea del Norte, o aspira a ser una China persa?
La necesidad de Corea del Norte de desarrollar un arma nuclear, según el autor, radica en la creación de un método para disuadir a fuerzas externas de intentar un cambio de régimen. En el caso iraní, tal escenario podría ser plausible desde los intereses de ciertos grupos, como los Guardianes de la Revolución, quienes se benefician de las sanciones impuestas por Occidente.
Cuanto más aislado esté Irán, menos competencias económicas tendrán los guardianes, quienes controlan una vasta red de empresas industriales, asegura Friedman, que además señala que estos líderes de línea dura nunca querrán ver una embajada estadounidense en Teherán.
Pero Irán no es Corea del Norte, asegura el periodista en un artículo publicado en 'The New York Times'. Es una antigua civilización con un gran potencial humano. No se puede mantener a su pueblo aislado indefinidamente. En teoría, el régimen de Irán no tiene que mantenerse aislado del mundo para que el país sea poderoso.
Algunos líderes iraníes aceptan esa teoría. La decisión de volver a entablar negociaciones es una clara señal de que los principales actores políticos del país no creen que sea viable permanecer bajo el yugo de las sanciones económicas.
Los próximos pasos que dé Irán en la arena geopolítica darán a entender qué tanto está dispuesto a sacrificar el país persa en su programa nuclear para desmarcarse de dichas sanciones, para convertirse en una figura similar a China, un medio amigo, medio enemigo de Estados Unidos, que es aliado comercial de los norteamericanos sin dejar de ser su rival geopolítico.