Los tacos se convierten, en ocasiones, en una tortura para las mujeres.
Que no son el calzado más cómodo, es algo obvio, pero ahora sabemos que además pueden causar serios daños a la salud. Usar tacos altos (a partir de 3 cm), de manera continua, provoca desviación de los huesos y, a la larga, deformidad ósea. Los tacos altos provocan una deformidad crónica en los huesos del pie llamada Hallux Abductus Valgus (HAV) o juanete, como acaba de demostrar un estudio realizado en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid en colaboración con la Clínica CEMTRO, de Madrid.
Además, según los expertos, el calzado de punta estrecha también causa deformidad ósea. En el estudio se analizaron 80 mujeres sin deformidades previas en el pie, y se les midió con y sin zapatos de tacón pero sin puntera estrecha. Así se observó que los dos huesos que se desvían en el HAV, esto es, la falange proximal del hallux y el primer metatarsiano, lo hacían según se aumentaba la altura de los tacones. «Hasta ahora se conocía que los zapatos de punta estrecha producían deformidades óseas a largo plazo pero no se tenía constancia de la relación entre la altura de los tacones y la aparición de juanetes», explica el autor del estudio, el doctor Rubén Sánchez-Gómez, del Servicio de Podología de Clínica CEMTRO.
Cuando se quitaban el zapato, el dedo volvía a la normalidad. Por tanto, los científicos han concluido que «usar tacones altos (a partir de 3 cm), de manera continua, provocará la pequeña desviación de los huesos y, a la larga, de manera acumulativa, se instaurará la deformidad ósea». Se calcula que entre el 39% y el 80% de las mujeres usan de manera cotidiana taco alto. También se estima que el juanete afecta a casi un 60% de las mujeres mayores de 50 años.
Los juanetes «son causa frecuente de dolor en el pie y provocan alteraciones en la pisada que pueden conllevar otro tipo de problemas secundarios, afectando incluso a la columna lumbar», advierte el doctor Sánchez-Gómez. La parte delantera del pie soporta el 57% del peso corporal con tacones de 4 cm., un porcentaje que se eleva al 75% cuando la altura de los mismos se incrementa en 2 cm. «Esta variación de porcentajes de carga en detrimento del antepie, también es la causa de las sobrecargas metatarsales y la aparición de hiperqueratosis (durezas) en la zona central, tan dolorosas como incapacitantes en muchos casos», señala el doctor Sánchez-Gómez.
Esa presión tiene consecuencias en la columna, ya que se adelanta el eje corporal y se aumenta la curvatura lumbar. También perjudica las rodillas y la circulación y está asociado a un mayor riesgo de caídas. El calzado con punta estrecha es otra causa de aparición de esta deformidad, ya que «disminuye notablemente el espacio para albergar los dedos, y por tanto los hace sufrir», comenta este especialista. A su juicio, «aunque muchas pacientes manifiesten que disponen de espacio desde la punta del pie hasta la puntera, durante el ciclo de la marcha, hay una fase (la de despegue de talón), en la que el pie impacta contra la puntera del zapato en el que está metido, obligando al dedo gordo a desviarse también».
Una vez que la deformidad ósea se ha instaurado en el pie, «las técnicas paliativas son tan sólo de mejora del dolor, pero la desviación ósea y la pérdida de movilidad, son irrecuperables». Cuando el proceso continúa, «es necesario recurrir al quirófano para el tratamiento de dicha patología, debido a la artrosis y la incapacidad funcional».
Agencias