Papa Francisco ora ante huesos de San Pedro

Las reliquias de San Pedro han sido expuestas este domingo por primera vez durante una misa que se ha celebrado en el Vaticano, una decisión que ha reabierto el debate que ha dividido durante décadas a los estudiosos sobre si los restos óseos pertenecen al apóstol.

El Papa Francisco afirmó este domingo en la homilía de la misa en la Plaza de San Pedro, con la que se clausuró el Año de la Fe instituido por la Iglesia Católica, que Dios es centro de todo y su sustitución provoca sólo daños.

Durante un momento de la misa, el Papa mantuvo en sus manos el relicario en el que se conservan nueve pequeños fragmentos de los huesos que se dice pertenecen a San Pedro y que fue expuesto por primera vez en la Historia.

El relicario en el que se lee la inscripción: «Ex ossibus quae in Arcibasilicae Vaticanae hypogeo inventa Beati Petri Apostoli esse putantur» (Los huesos hallados en el hipogeo de la Basílica vaticana que se considera que son del beato Pedro Apóstol) volverá este domingo a la capilla privada del Papa, situada en el centro del apartamento pontificio, donde se encuentra desde 1971.

El presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización, el arzobispo Rino Fisichella, no quiso entrar esta semana en polémicas sobre su autenticidad de los restos y salió del paso al aseverar que sean o no verdaderos «han sido reconocidas por la tradición católica».

Y es que el descubrimiento y estudio de estos restos óseos han protagonizado uno de los debates arqueológicos más polémicos e interesantes de las últimas décadas.

El 23 de diciembre de 1950, durante el Año Santo, el Papa Pío XII anunció, a través de la radio, que había sido hallada la tumba del apóstol, después de que en 1939 el pontífice autorizara excavar bajo la basílica vaticana.

Pero mientras que parecía haber consenso sobre la tumba, la discrepancia brotaba en torno a los huesos hallados en esta enorme necrópolis y si de verdad pertenecían a aquel que Jesús indicó para «construir su Iglesia» y que murió crucificado cabeza abajo en el año 67.

La tradición católica describe que el emperador Constantino, que se convirtió al cristianismo, ordenó la construcción de una basílica en el lugar en el que le habían indicado que había sido crucificado Pedro, es decir, en una gran necrópolis situada en una colina en las entonces afueras de la ciudad.

Tras años de excavaciones, se encontró una zona protegida por unos muros que la defendían de las filtraciones de agua -muy frecuentes en esa ladera del monte Vaticano-, lo que llevó a pensar que aquí se había enterrado un personaje muy importante.

En 1952, la profesora Margarita Guarducci, que es la primera autoridad mundial en epigrafía griega, comenzó a descifrar los grafitos que hay en los muros adyacentes a esa tumba. En uno de ellos, en el llamado «muro rojo» o «muro G», halló una inscripción hecha con un punzón que decía «Petre eni» (Pedro está aquí). Tras picar en ese muro, se encontró un nicho forrado de mármol blanco y en su interior restos óseos.

Pasaron los años y los estudios antropológicos realizados por algunos estudiosos revelaron que se trataba de huesos que pertenecieron a un hombre robusto, que medía cerca de 165 centímetros y que murió entre los 60 y 70 años.

El hallazgo llevó al entonces Papa Pablo VI a anunciar al mundo -durante la audiencia general del 26 de junio de 1968- que se habían encontrando los huesos de San Pedro- Tras años de investigaciones «podemos decir que las reliquias de San Pedro se han identificado de una manera que creemos que es convincente», fue la prudente formula que utilizó el Pontífice en su revelación.

Sin embargo, como desvelan algunos libros y artículos publicados por «L’Osservatore Romano», el rotativo del Vaticano, el arqueólogo jesuita Antonio Ferrúa, que formaba parte del equipo que descubrió la tumba, expresó siempre su escepticismo sobre la posibilidad de que esos huesos perteneciesen al llamado «Príncipe de los apóstoles».

Agencias