Padre e hijo: la unión

No es raro ver familias unidas o muy cómplices. Mamás que pasan la mayor parte de su tiempo con su hijo, hasta el punto de compartir todo con ellos. Esta relación fusionista, incluso si es tranquilizadora para todos los protagonistas, pude llegar a ser desestructurante. Explicaciones.

Una fusión temporal
Ya en el vientre, existe una relación visceral entre la madre y su bebé, que continuará durante algunos años. Más tarde, hacia los 5-7 años, es esencial que este apego se desplace al resto de la familia: padre, hermano y hermana; después a los extraños: amigos o vecinos. Es importante en la estructuración de la personalidad del niño. Algunos especialistas avanzan que toda la socialización de este último se produce durante este periodo, y es esencial que el niño tome conciencia de que es una persona como otra cualquiera. Un defecto de estructuración puede llevar a un niño o a un padre por otra parte, a verse incapaces de establecer los límites de su «yo» con el exterior.
A continuación, entra en juego la adolescencia. La fusión familiar es demasiado estrecha y el adolescente descubre la vida entre sus amigos y encuentros amorosos.

Cada uno en su lugar
Al principio, la complicidad en el seno de una familia resulta muy beneficiosa. Se cuentan los secretos, se comparte un día a día divertido, y los padres están tranquilos porque tienen la impresión de saber todo acerca de la vida de su hijo. Al niño, esta situación también le conviene. Siente una seguridad interior y se siente protegido de las agresiones exteriores. ¡Todos sacan provecho!
Sin embargo, esto puede perjudicar al desarrollo del niño. Él también necesita hacer cosas por sí mismo, coger confianza en sí mismo y armarse de valor para afrontar situaciones futuras en las que los padres no se encuentren delante. Igualmente, es nefasto para los padres. Demasiada fusión con un niño implica que la pareja se pone en stand by, no nos podemos ocupar de todo el mundo al mismo tiempo. Esta fusión padre-hijo se encuentra a menudo en las familias monoparentales. Así que es esencial que la mamá o el papá no culpen a su hijo por sufrir la ausencia del cónyuge; y que no olvide que él también tiene que hacer su vida.

El niño no es un confidente
No hay que sobrepasar los límites invisibles de lo que un niño tiene que saber o no. Pero los padres tienen tendencia a olvidar que un niño no puede oír todo, porque es, incluso si parece maduro o es bastante mayor, mucho más frágil que un adulto. Por eso es por lo que debe permanecer separado de preocupaciones, de algunos secretos o confidencias que podrían debilitarlo.
Por otro lado, es esencial que cada uno, y con más razón un niño, pueda guardar un jardín secreto, porque esto favorece su individualización, que es esencial para su entrada en la vida.
Hay que encontrar el equilibrio justo entro contárselo y compartirlo todo y no decirse nada, con el fin de preservar la intimidad de cada uno.