La jerarquía y humanidad que pesan sobre los zapatos del Líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, aguardaron hace 19 años por el encuentro con un irreverente soldado venezolano, embarcado en el compromiso histórico de enarbolar en Venezuela las banderas del bolivarianismo, el humanismo, la justicia e igualdad social y la construcción de un nuevo modelo económico soberano.
Hugo Chávez llegó el 14 de diciembre de 1994 al aeropuerto internacional José Martí de La Habana, Cuba, siendo apenas aquel Teniente Coronel que apareció en la televisión venezolana en 1992 con un «Por Ahora» que se convirtió en promesa de revolución para el pueblo.
Invitado a La Habana por el historiador Eusebio Leal Spengler, Chávez fue a Cuba para dictar una conferencia magistral acerca del Movimiento Bolivariano Revolucionario 200. No esperaba verse con Fidel y menos recibir un escrutador y aprobatorio análisis de quien dirigiera el primer Estado socialista de América, con quien más tarde estrecharía inquebrantables lazos de hermandad en beneficio de ambos pueblos.
Sin creerse merecedor de protocolo alguno, un Chávez sorprendido de ser recibido por el Comandante Fidel quizás si imaginó que esa oportunidad de expresar sus ideas en la cuna revolucionaria de América Latina marcaría el inicio de una nueva era, de unos nuevos tiempos para Venezuela, para Cuba y para toda la región, que años más tarde se acercaría a la construcción de un mundo multipolar.
«El Alba comenzó con ese abrazo», dijo Chávez el 15 de diciembre de 2009 en su discurso de clausura de la VIII Cumbre de la Alianza Bolivariana para los pueblos de nuestra América, donde recordó, tal y como recordaba cada año, aquel fraternal abrazo que recibió de Fidel Castro cuando apenas era un soldado que cargaba sobre sus hombros el desafío de ir en contra de los poderes y componendas de la derecha internacional que apuntaban al entierro de la dignidad del pueblo venezolano.
15 años después recordó: «Me asomo por la ventanilla del avión y veo al caballo allá parado, les confieso, me entró un frío (risas). Veo a Fidel parado en la pata de la escalerilla, yo cargaba un maletincito, y ese lo puse en el suelo para darle el abrazo».
Aquella primera visita a Cuba, aquel primer encuentro con Fidel, auguró un siglo de esperanzas y de resurrección del sueño bolivariano, martiniano y latinoamericano. Mientras tanto, la lacaya burguesa en Venezuela hacía estragos de aquel encuentro con publicaciones fatídicas en las primeras planas de su poderío comunicacional.
Cuatro años después, el 6 de diciembre de 1998, Hugo Chávez Frías arrasó en las urnas electorales y ganó la Presidencia de la República de Venezuela.
La irreverencia de un soldado era realmente la esperanza de un pueblo que merecía ser independiente y soberano y con Chávez en la Presidencia se tumbaba en Venezuela el sistema bipartidista que amenazaba con depredar el destino de la nación, hipotecando el futuro de sus riquezas.
El 2 de febrero de 1999 recibió la banda presidencial en el Palacio Legislativo. Un año y medio después, el 30 de octubre de 2000, firmó con su compañero Fidel el convenio de solidaridad Cuba-Venezuela que hoy se mantiene vigente con un registro de atención de más de 58 mil venezolanos con enfermedades crónicas.
Sin embargo, esa solidaridad que ha caracterizado a Chávez y Fidel comenzó a materializarse desde aquel primer encuentro en La Habana, donde el intercambio ideológico, en el increíble verbo de Chávez, sustentaba las bases de una complementariedad humanista.