La Agencia Internacional de Energía (AIE) estima que para los años 2015-2016 el carbón puede volver a ser la principal fuente de energía, algo que evidentemente no tendría un impacto muy positivo en el cambio climático.
Según publicó el especialista en asuntos financieros Gérard Horny en la revista francesa ‘Slate’, la AIE hizo un pronóstico bastante decepcionante: en los próximos años, el carbón volverá a ocupar el lugar que le pertenecía entre las fuentes de energía en la segunda mitad del siglo XIX: el primero.
El carbón sigue siendo una importante fuente de energía hasta en los Estados con las mayores tasas de crecimiento económico. Además, sus reservas mundiales son más que suficientes y el aumento de los precios del petróleo y el gas natural hace que el carbón sea de nuevo extremadamente competitivo. El pronóstico para el consumo mundial de este material contempla un crecimiento anual del 2,3% hasta 2018.
Actualmente, el principal consumidor mundial de carbón es China. El año pasado, el consumo de carbón en el país asiático aumentó un 4,7% y alcanzó un volumen total de 3.678 millones de toneladas, lo que representa casi la mitad del consumo mundial de carbón (7.697 millones de toneladas).
Asimismo, Horny señala que unos 1.300 millones de personas en todo el mundo todavía no tienen acceso a la electricidad, por lo que la construcción de centrales térmicas alimentadas por carbón podría ser la solución más fácil, rápida y económica para los países menos desarrollados.
Por su parte, la Asociación Mundial del Carbón subraya que este material provee el 41% de la electricidad en el mundo y en un futuro va a poder suministrarla a miles de millones de personas que todavía no tienen acceso a ella.
En 2012, el consumo de carbón en Europa también aumentó, alcanzando su nivel más elevado desde 2008. En cuanto a EE.UU., con el desarrollo de la producción del petróleo de esquisto los precios de esta fuente de energía cayeron, lo que conllevó una reducción en el consumo de carbón.
Horny concluyó que mientras que los países en desarrollo necesitan este combustible dañino para el medioambiente, pero barato para el crecimiento económico, su consumo en los países desarrollados todavía se mantiene en un nivel estable y por ello los expertos de la AIE se muestran preocupados por las posibles consecuencias de esta situación.