José Salvador Alvarenga regresó el martes por la noche al lugar donde aprendió a amar el mar, pero el cansancio y los nervios le impidieron hablar a la multitud que fue a recibirlo.
En una silla de ruedas y vestido con una camiseta azul oscuro, pantalón caqui y tenis blancos, fue presentado por el canciller salvadoreño, Jaime Miranda, lo presentó a la multitud. Alvarenga tomó el micrófono y trató de hablar, pero se llevó las manos al rostro y no pudo decir palabra, abrumado por el agotamiento y la emoción.
El canciller Miranda se dirigió entonces a los presentes: «Pedimos su comprensión, ha sido un viaje agotador. Nuestro Salvador ha protagonizado una sorprendente travesía por el Pacífico y finalmente, después de este difícil y agotador viaje, se encuentra de regreso en su tierra.
Posteriormente Alvarenga fue llevado al Hospital San Rafael, donde se le realizarán diversos exámenes y estará internado las siguientes 48 horas.
«Las pruebas van con tendencia a normalidad, él tiene mucho apetito, incluso ya le dimos pan dulce, fue una indicación del especialista que ya podía comer un poquito, hasta comió un poquito de frijoles».
Miranda agradeció el apoyo y la ayuda del gobierno de las Islas Marshall, de Estados Unidos y de la Organización Internacional de las Migraciones (OIM).
Los familiares están con él en la instalación, que no ha permitido el paso a los periodistas.
El hombre de 37 años, quien dice que sobrevivió más de un año en una pequeña embarcación de pesca a la deriva por el Pacífico tras salir de México y recalar en las Islas Marshall, llegó a su natal El Salvador para ser recibido por numerosos periodistas, una hija que no lo recuerda y una madre que lo creía muerto.
Su padre, José Ricardo Orellana, de 65 años y dueño de una tienda y un molino de harina en el poblado costero de Garita Palmera, dijo que si hijo se gana la vida pescando desde los 14 años.
Maria Julia Alvarenga, de 59 años, dijo que su hijo siempre fue una persona de una fuerza y resistencia poco comunes.
Fátima, su hija de 14 años, hizo un arco de hojas de palma en la puerta de la casa de familia y un letrero que dice «Bienvenido». Ella no recuerda haber visto nunca a su padre, que salió de El Salvador a pescar en México cuando tenía sólo un año.
SAN SALVADOR, El Salvador (AP)